En el lejano 2000 –además de buscar hombres en París– corría la Encuesta Nacional de Salud de la mano del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) con una misión secreta. O ni tan secreta, pues todos los involucrados firmaron consentimiento y por décadas la opinión pública ha esperado a ver qué hacen con los datos.

La misión no era otra que realizar un mapeo genético de los mexicanos, y el resultado lo vimos hace unos días con “Mexico Biobank”, la primera base de datos genómicos a nivel nacional.

En un mundo que parece empeñado en borrar las diferencias y homogeneizarlo todo, la cartografía genética nos devuelve la maravillosa noción de que somos un mosaico de historias ancestrales. Un tapiz único que narra la epopeya de nuestros antepasados con la providencia, la geografía y la migración.

Sin embargo, más allá del interés histórico, el mapeo genético tiene aplicaciones prácticas que podrían revolucionar la medicina personalizada. Desde la identificación de predisposiciones genéticas a enfermedades hasta la adaptación de tratamientos médicos específicos.

Pero más del 95% de todos los estudios genéticos del mundo se han realizado sobre poblaciones de ascendencia europea, lo que deja un enorme hueco de conocimiento sobre los otros habitantes del mundo.

El proyecto planteó entonces tomar muestras de 6 mil mexicanos a lo largo de 900 localidades urbanas y rurales de nuestra amplísima geografía, con un especial enfoque en las poblaciones indígenas.

Los resultados son inspiradores y llegan a tocar las fibras más sensibles de nuestros orígenes, demostrando que el hombre no tiene naturaleza, sólo tiene historia.

Dentro del estudio podemos observar la llegada de nuestros ancestros asiáticos por el norte del continente. Los movimientos de poblaciones mayas, del altiplano y Oaxaca por guerras, migraciones y colonizaciones. O el asentamiento de antepasados africanos en Veracruz y Tabasco.

Estos marcadores genéticos sirven para asociar niveles de triglicéridos, glucosa o hasta índices de masa muscular en los individuos. También nos dicen que Puebla, Oaxaca, Chiapas, Campeche y Yucatán harían en promedio el peor equipo de basquetbol del país. De acuerdo con los estudios derivados 2/3s de la altura nacional, y 1/3 de los altos niveles de glucosa, colesterol y triglicéridos pueden ser explicados por factores genéticos.

El pasado no nos dirá lo que debemos hacer, pero sí lo que deberíamos evitar, como tragar tantos azúcares y harinas refinadas, o desdeñar políticas públicas de alimentación para explotar el poco potencial genético de altura.

Conocer el mapeo genético de una población es un tesoro de conocimiento que nos desafía a entender quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Pero, como con cualquier tesoro, debemos manejarlo con cuidado y sabiduría.

La popular compañía 23andMe –que se dedica a estos mismos análisis genéticos de manera privada y personal– fue víctima de un hackeo a inicios de mes. Se estima que millones de perfiles genéticos fueron robados –incluidas personas como los dueños de Facebook y Tesla– con el agravante de que el robo se centró en gente de herencia china Han y judíos askenazis. Imposible pensar en un ataque racial más preciso, pues fueron contra los individuos que presentaban dichos genes. Genes que son imposibles de modificar hoy en día, haciendo que una vulneración a una base de datos represente la fuga de todo quién eres o serás para siempre.