El campo es más que su tierra, es memoria, historia, y la raíz que se entierra en el saber de generaciones. El país ha sabido retratar su esencia agrícola y ganadera desde el lejano 1930, cuando por vez primera se levantaron los Censos Agrícolas-Ganaderos y Ejidales, ovillando así un tejido de información invaluable sobre la producción de la tierra.
El hilado de la estadística se ha visto interrumpido varias veces, perturbando las comparaciones más finas. El censo que debía ser en 2001 se pasó al 2007, y lo que debía ser en 2011 o 2017 se terminó aventando hasta 2022, todo muy alejado del ideal de una década entre ellos.
De una manera u otra, los resultados finales fueron exhibidos antier, culminando con el adelanto de cifras oportunas que presentó INEGI a finales de mayo. Las cifras no mienten, pero las preguntas, metodologías y otros detallitos de la realidad nos pueden dar un reflejo borroso.
Del 2007 al 2022 la cantidad de unidades de producción en Puebla se disparó un quinto, hasta 457 mil unidades. Uno pensaría que la frontera agrícola se aumentó salvajemente, aunque uno estaría equivocado. Tan solo se ha pulverizado más y más la propiedad rural.
En el mismo periodo el campo poblano se mecanizó con una tasa envidiable, un equivalente a duplicar el parque vehicular de tractores con más de 15 mil; un tractor cada treinta unidades de producción. Si Rafael Moreno Valle siguiera vivo sin duda sonreiría, pues la jugada de los mototractores en su sexenio le salió de lujo.
Estas mismas estadísticas reflejan una sorpresa, ya que muestran que el tercer principal producto anual de nuestra tierra es… el brócoli. Esto no es más que el error metodológico de no poder recoger el dinamismo agrícola que existe entre San Martín y Tepeaca y varía de cultivos a lo largo del año.
Algunos otros números terminan chocando con cifras “oficiales” del gobierno estatal, como las de café que se celebran en todos los eventos. El censo nos avienta 13 mil hectáreas menos de las 75 mil siempre presumidas.
Otros porcentajes deben de preocuparnos, especialmente mientras nos adentramos a lo más rudo del cambio climático. En Puebla el porcentaje de unidades de producción con un seguro cayó 2/3s, pasando de 0.3 a 0.1%...
El Censo Agropecuario 2022 no es solo una radiografía de números y estadísticas, es un testimonio de la realidad, un punto de partida para repensar y rediseñar el futuro del campo mexicano. El desafío no reside solo en la obtención de estas cifras, sino en la interpretación inteligente de las mismas y, más aún, en la acción transformadora que se derive de su comprensión. ¿Qué políticas se tejerán a partir de este vasto tapiz de información para impulsar un campo más justo, más productivo y más sostenible? La historia dirá.