Los cambios en la Ley del Notariado tienen varios objetivos, sin embargo, el más importante es que los fedatarios dejarán de ser simples piezas políticas y recuperarán su dignidad perdida.

Por años, los gobernadores en turno lo mismo usaron las notarías como premios, que a los titulares de estas como chivos expiatorios. A los notarios, lejos de darles el lugar de fedatarios públicos, se les convirtió en instrumentos políticos y piezas de cambio.

Sin duda alguna, los dos sexenios en donde se agudizó la persecución en contra de ellos fueron el de Rafael Moreno Valle y el de Miguel Barbosa Huerta.

La persecución contra quienes tenían en sus manos una notaría era el pan de cada día. A menudo supimos de notarios y notarias que tuvieron que renunciar a sus patentes a cambio de no pisar la cárcel o de que cesarán las quisquillosas auditorías.

Para nadie era un secreto que muchos de los titulares estaban al frente por un pago de favores o como premio sexenal, pero en lugar de hacer una reforma que exigiera ciertos límites, los exgobernadores utilizaban las carencias o ambigüedades de los titulares para arrebatarles sus notarías.

Lo hicieron, en la mayoría de los casos, con denuncias, una práctica que casi parecía deporte sexenal. Los expedientes, muchos de ellos hechizos, terminaban por conseguir el capricho del Ejecutivo al mando.

Así pues, una vez que se publiquen en el Periódico Oficial del Estado (POE) las reformas, los notarios podrán contar con una mayor certeza jurídica.

Los requisitos serán mucho más claros y eso evitará que nuevamente se entreguen notarías como larines o que se entreguen tres o cuatro patentes en una comunidad con pocos habitantes.

En otras palabras, la iniciativa del gobernador, Sergio Salomón, aprobada ayer en el Congreso del estado, dignificará nuevamente a los hombres y mujeres que tienen en sus manos la famosa fe pública.

Bukele y su anunciada reelección

Este domingo 4 de febrero, los salvadoreños irán a las urnas. En la boleta electoral estará su actual presidente: Nayib Bukele.

El presidente actual aparecerá pese a que la consititución de El Salvador prohíbe la reelección y lo estará también pese a los fuertes señalamientos por corrupción y violación a los derechos humanos que ha realizado su gobierno.

El ex empresario ha encontrado en su particular estilo de combatir a las pandillas, la mejor carta de presentación con los ciudadanos.

Los salvadoreños hoy no tienen mejores oportunidades laborales que antes ni cuentan con mejor salud o educación, pero una enorme mayoría, que ronda el 80 %, está feliz de que la seguridad haya regresado a las calles… o al menos eso dicen las encuestas.

¿Logrará Bukele imponerse como dictador sin ser llamado así?

Veremos y diremos.