El lienzo de la agricultura mexicana cada temporada pinta una historia única, a veces llena de colores vivos y promesas rebosantes, otras, lamentablemente, teñida de sombras y desafíos. Este último año las nubes de preocupación se ciernen sobre los campos nacionales, con la sequía extendiendo su manto árido sobre las pocas tierras fértiles de esta nación. Recuerde que, en general como país, solo somos un cuerno de abundancia en los libros de la SEP y la mente de los demagogos.

Este año las cosechas se han visto mermadas por la devoradora sequía y un terrible manejo de las políticas públicas agropecuarias. La producción de maíz, columna vertebral de nuestra alimentación y elemento vital de la economía agraria, se vislumbra para sufrir un desplome que algunos calculan del 40 por ciento, arrojando al país a las garras del déficit alimentario y la dependencia de importaciones.

Pero dentro de esta desgracia agrícola México podría encontrar una extraña compañía, un regalo inesperado.

El precio de los cereales, una vez elevado por las sombras de la guerra y la incertidumbre, ahora se desploma en los mercados internacionales. Los mercados, sacudidos por vientos de guerra e incertidumbre geopolítica, han visto caer los precios de los granos de una manera importante.

Maíz, trigo, aceite de soya y otros productos básicos caen en picada, como si la mano invisible del mercado hubiera lanzado una señal contradictoria a los marchitos campos de nuestro país. Pero la realidad está ahí afuera, solo hay que ver más allá de nuestros ombligos y entenderla.

Ucrania emerge como una pieza central, exportando a un ritmo frenético, desafiando las expectativas y sacudiendo los cimientos del mercado agrícola. Con cada tonelada de grano que sale de Ucrania el panorama se transforma, en un contexto donde el excedente exportable supera los 50 millones de toneladas. Una avalancha que se desplaza principalmente a través del Mar Negro, aprovechando las nuevas rutas abiertas tras una guerra que se ha estabilizado en trincheras.

Rusia, con su propia carta bajo la manga, ofrece un precio cada vez más bajo para su trigo, desestabilizando aún más el mercado. Los exportadores rusos, ávidos de competir, aumentan sus ventas; una verdadera carrera hacia el fondo que deja a los competidores tambaleándose en su estela.

China canceló compras de trigo australiano, sumando más leña al fuego, convirtiendo al trigo en una moneda devaluada en el mercado global. Estados Unidos, mientras, recibe un par de semanas con extraordinarias condiciones climáticas, desplomando los precios ante las perspectivas de una buena siembra, situación que se repite en las cosechas de Argentina, Brasil y Paraguay.

México apunta a tener uno de los peores años agrícolas de su historia, con todo señalando que rebasaremos la barrera de 6 mil millones de dólares de importaciones, tan sólo en maíz. En este juego de tronos agrícolas cada movimiento cuenta, cada tonelada exportada, cada precio cambiante. ¿Se acuerda de las fantasiosas promesas de soberanía alimentaria de esta administración? A veces es mejor incumplir la palabra que hacer algo peor por cumplirla.