Como viento entre árboles desnudos, las propuestas políticas llegan a nuestros oídos cargadas de promesas y anhelos. Así como el río desbordado arrastra todo a su paso, las palabras de los políticos pueden llevar consigo ilusiones rotas y desencantos profundos si no se les examina.

En la entrega pasada las promesas al campo poblano de Eduardo Rivera demostraron la falta de una visión transformadora. Muchas de las mismas propuestas no han terminado de ser respuestas. Una visión muy propia de ver al agricultor más como socio y no tanto como beneficiario, pero nada que busque convertir al sector primario de Puebla.

¿Convertirlo cómo? Hacer al campo una industria. Ahora todo el sector primario —agricultura, ganadería y aprovechamiento de bosques— aporta menos del 4% del Producto Interno Bruto. ¿Y ese número qué significa?

La industria de servicios educativos en Puebla es más grande (como por 6 mil millones) que todo el sector agropecuario. El sector construcción poblano es tres veces más grande que toda la ganadería del estado. La información en medios masivos en nuestro estado vale la mitad que toda la agricultura estatal.

Lo crudo es aceptar la realidad. Como en Puebla el campo vale relativamente poco electoralmente (1/4 parte del estado vive en lo rural) y aún menos económicamente (apenas 4 de cada 100 pesos estatales), las propuestas rurales se hacen en lo general por no dejar.

«Compromisos por Amor a Puebla» es el documento del candidato Alejandro Armenta, donde en 10 pasos y 100 compromisos estratégicos esboza lo que sería su gobierno.

En todos estos listados el campo y la agroindustria aparecen más bien poco, dependiendo las interpretaciones se puede argumentar que solo 1 vez.

Claro, el campo podría estar implícito dentro del plan hídrico y de aprovechamiento de los recursos naturales, pero no se menciona como tal. Ni ahí ni en ningún otro lugar del documento, excepto en una breve mención: «Fortaleceremos la agroindustria desde una visión sostenible».

Lo anterior pudiera significar cualquier cosa, pues ni una nota al pie de la página para explicar los pies o la cabeza de la propuesta.

Parte de la respuesta la dio Armenta Mier este martes desde Atlixco, ratificando que irían por construir 10 agroparques a lo largo y ancho del estado. Esta promesa ya la había hecho semanas atrás, donde también sumó tres aldeas ecoturísticas y más parques eólicos y fotovoltaicos.

Y ya. De repente saca propuestas como fomentar sembrar cannabis en su vertiente industrial (no fumable pues) del cáñamo, promover la marca Puebla para productos regionales. Pero nada que se haya visto sustancial alrededor y desde el estado para el campo.

Es crudo, pero en este país los estados se mueven al ritmo de sus economías y el tamaño de su padrón electoral. Puebla es el quinto padrón más grande del país, y ahí se acaban nuestros beneficios. Nuestra economía es más pequeña que la de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Baja California y un ramillete más de estados que nos dejan en el onceavo lugar.

En el campo Puebla está en el lugar 9 del país. Arriba de nosotros están estados como Veracruz, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, cuyo PIB primario es más del doble que el de Puebla. En lugar dos, Michoacán, con el triple, y en el uno, Jalisco, más de cuatro veces.

Esta es solo una medición dentro de un mundo de contextos, pero estos son los estados más politizados en su agricultura. Cada uno de estos estados ve representado su campo en las propuestas de los candidatos, no solo por ser su obligación, sino porque hay dinero para aceitar los capitalistas intereses de la administración pública para proponer la creación de riqueza desde el surco.