El Registro Agrario Nacional (RAN) es un gigante silencioso que entre sus muros preserva enterrados los sueños de quienes sembraron futuro en esta tierra.

Este ente custodia en sus entrañas los testimonios escritos de generaciones. Cada expediente, cada acta, es un pedazo de vida atrapado en el papel, un reflejo de las penurias y alegrías de quienes han luchado o trabajado un pedazo de tierra. El RAN no solo es un archivo, es un mausoleo a la memoria agraria nacional.

Y no es ningún uso exagerado del lenguaje. El RAN, órgano desconcentrado de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), es el segundo archivo más importante de la República después del Archivo General de la Nación. Tan solo en sus instalaciones existen más de 45 kilómetros de textos.

Este inmenso acervo es testimonio de la complejidad del campo mexicano, una complejidad que, sin embargo, parece desbordar a quienes tienen la responsabilidad de gestionarla.

Recientemente, la creación de una nueva sede para el archivo del RAN ha captado la atención pública, no por sus promesas de modernidad y eficiencia, sino por haberse convertido en un dolor de cabeza más grande que resaca después de fiesta patronal. Y es que todo en el proyecto parece errado.

Primero, se optó por la alternativa más cara en la construcción, desechando presupuestos de 17-18 millones para elegir uno de… ¡56!

Además, se eligió un diseño que suma «un ecosistema diferente para cada uno de los niveles del edificio» … en medio de un edificio destinado a albergar papel. Y dirá que qué exagerado es uno, pero explícitamente tenemos una legislación al respecto —la NMX-R-100— donde dice que no puede haber árboles a menos de 5 metros del edificio, ya no se hable de un ecosistema con sistemas de riego entre los pisos, por muy obvias razones.

Pero como si no fuera suficiente con un proyecto caro y mal planeado, la mudanza del acervo agrario a esta nueva sede ha sido contratada a una empresa con un historial para sonrojar a los más cínicos. El RAN ha pagado 52 millones de pesos para que una empresa, que ha ganado múltiples contratos tanto con Peña Nieto como con López Obrador, se encargue de la mudanza. ¿A qué se dedica la empresa? A servir banquetes.

Mientras tanto, en Puebla, la delegación del RAN —por Huexotitla— ofrece una mirada más íntima y desgarradora de esta crisis de incompetencia.

La absurda odisea que enfrentan los usuarios del Registro Agrario Nacional puede comenzar un día antes, donde estos héroes anónimos deben pasar la noche en la intemperie si quieren conseguir una ficha. Ahí los tienen, desafiando el frío nocturno o el abrasador sol, todo para mantener su lugar en una fila interminable. Una fila que se contabiliza serpentear en más de 200 personas por la 45 Poniente.

Sume el viaje a la capital, la comida, en muchos casos la pernocta. Y como si esto fuera poco, se debe soportar la altanería del personal, que parece más entrenado en la indiferencia que en el servicio público. Un calvario puede durar casi un año, claro, a no ser que quiera aceitarlo con los sempiternos coyotes.

Y para cerrar y no variar, la empresa que construirá el edificio que costará al menos tres veces más que las otras ofertas es… una empresa vinculada con los amigos de Andrés López Beltrán, el hijo del presidente. Carthago delenda est.