En los pasillos de las cafeterías Starbucks, donde los aromas a café y coworking impregnan el aire, comienza a oler amargamente a drama, un olorcito que pasa por Seattle, Ixhuatlán del Café y Gaza.

Y es que la cadena más famosa de café del mundo no sólo enfrenta los desafíos inherentes al mercado y a las cambiantes preferencias de los clientes, sino también a un cúmulo de problemas que amenazan con desmoronar su bien pulida fachada de éxito.

El aumento de la presión sobre los empleados —más allá de escribir bien tu nombre — con cargas de trabajo que parecen más adecuadas para máquinas que para humanos, se ha convertido en una de las principales causas del deterioro en la calidad del servicio. Los baristas, que alguna vez fueron la cara amable de la cadena, ahora se ven abrumados por metas inalcanzables. El despido de trabajadores sindicalizados ha sido un punto álgido en las recientes controversias.

La crítica baja en ventas hizo que su anterior director durara apenas dos semanas. El nuevo contratado tiene experiencia en hacer burritos, al venir de dirigir a la exitosa cadena de comida texmex Chipotle, por lo que habrá que ver su desempeño en un mundo donde existe Luckin Coffee, la copia china de la cadena de la sirenita, que por mientras ya le comió el mercado asiático. Le pagarán anualmente 2 mil millones de pesos al nuevo CEO, por lo que más le vale.

Aunque no le guste la empresa, esta revolucionó el consumo de café a nivel mundial, estandarizando prácticas como ordenar por tamaños (alto, grande, venti), añadir toppings o pagar $90 promedio.

En México, donde tienen más de 800 sucursales, Starbucks no solo tiene que lidiar con sus problemas internos, sino que además enfrenta una ofensiva por parte del gobierno de la 4T.

La cadena, representada en el país por su holding Alsea, ha sido señalada correctamente por el presidente López Obrador de financiar a Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), una de las ONG más críticas de su administración. Deducir impuestos. Aunque el presidente tiene parte de razón, no por nada la primera sucursal de Starbucks en nuestro país estuvo afuera de la embajada de Estados Unidos en el DF… el que las hace no las consiente.

Pero los problemas no terminan ahí. En los últimos meses, Starbucks ha sido blanco de un boicot internacional, orquestado en México por funcionarios públicos que acusan a la empresa de colaborar indirectamente con el estado de Israel y, por lo tanto, de ser cómplices en el genocidio en Gaza.

Este tipo de boicots no son nuevos, pero en este caso los convocantes hacen la diferencia, pues uno de los más vocales es el subsecretario federal de autosuficiencia alimentaria, Víctor Suárez, encargado de darle salida a la producción del programa agropecuario estrella de la 4T: producción para el bienestar.

Así que decirle —o tuitearlo, en el caso de Suárez— que te haga un «massachriatto espesso» a la empresa que tiene más de la mitad del mercado de cafeterías nacionales no suena a lo más lógico, pero así le gusta jugársela a quien dirige un programa con más de 110 mil cafeticultores, uno de cada diez en Puebla.