Desde hace varios sexenios, el aumento de la inseguridad ha sido la nota diaria. Asaltos, cuerpos abandonados y balaceras, se han justificado como “hechos aislados” y en los casos mediáticos la condena y la advertencia de que no habrá impunidad, es el discurso reiterado.

La repetición de estas frases nos ha hecho normalizar que en un día cualquiera, como ayer martes, un grupo de ciudadanos golpearan a un presunto ladrón que intentó robarle el celular a una pasajera de la ruta 45.

O que en ese mismo día, un guardia de seguridad resultara herido de bala cuando intentó impedir el asalto a cuentahabientes de BBVA, en una plaza comercial de San Martín Texmelucan.

El horror se conoció minutos después, cuando desde Zacatlán se confirmó que un asalto en carretera, de esos que hemos denunciado hasta el cansancio, “acabó mal”. Los delincuentes abrieron fuego y una bala mató a un bebé y mandó a su madre al hospital.

Aquellas notas rojas que antes veíamos en otros estados, hoy tristemente se producen en nuestra entidad.

Actualmente estamos normalizando desde cuerpos desmembrados, hasta entambados, balaceras, persecuciones, feminicidios y desapariciones.

A inicios de este siglo y todavía hasta el 2010, en Puebla, por las razones que se guste, se vivía con cierta tranquilidad. Era un territorio neutral, se habló de pactos y de que aquí vivían las familias, pero hoy nuestro estado dejó de ser ese santuario.

Hoy la violencia se hace presente lo mismo en el Triángulo Rojo, que en la Sierra Norte, San Martín Texmelucan, Tehuacán o en la Mixteca e incluso en la zona conurbada y la capital de Puebla.

Los índices, ciertamente, son menores a los que se presentan en estados como Oaxaca, Veracruz, Morelos, Estado de México o Tamaulipas, pero no se trata de conformarnos con eso, no se trata de caer en el tema de que en el mundo de los ciegos, el tuerto es rey.

El reto para los nuevos gobernantes, tanto en las presidencias auxiliares, los ayuntamientos y la gubernatura, es mayúsculo. Devolver la paz a un estado que se ha venido descomponiendo en los últimos 14 años no es un asunto menor.

Y aunque el gobierno federal insiste en proyectos para “atender las causas” y fomentar los “senderos de la paz”, lo cierto es que deberán ser las autoridades poblanas quienes armonicen una estrategia desde lo local para retomar la tranquilidad de nuestro estado.

No será fácil, pero ellos y ellas afirmaron en campaña que contaban con la preparación necesaria para devolvernos la paz. Ahora hay que pasar a los hechos e implementar las medidas, aplicar la justicia y trabajar en la reconstrucción del tejido social, antes de que sea demasiado tarde.