¡Qué tranza, mis valedores!

En estos días que uno quiere creer en la renovación, en las nuevas caras y las buenas intenciones, resulta que en la Policía Auxiliar de Puebla las cosas siguen oliendo al mismo guiso recalentado.

Porque sí, arriba ya cambiaron a los jefes de nombre. Hubo discursos, fotos y promesas de que ahora sí vendría el aumento de sueldo, el servicio médico digno, los turnos humanos. Pero abajo, donde chambea la raza, los mismos vicios de siempre siguen más firmes que un costal en el gimnasio.

Así merengues nos contó nuestro chismoso del barrio policíaco. Hay estructuras que nomás no se movieron ni un centímetro. Que ciertos mandos medios, los de siempre, siguen operando igualito que antes: cobrando favores, presionando por “aportaciones”, manejando los servicios a su antojo, y decidiendo quién tiene permiso de moverse o de quedarse en un buen servicio.

El problema es que pa' la tropa de a pie, los cambios no han sido más que de membrete. A muchos, nos cuentan, les siguen cobrando por permisos, los hacen cubrir jornadas de 36 horas sin chistar, y si alguien osa levantar la voz, lo mandan bien lejos de su domicilio, castigado por atreverse a pedir trato digno.

Los servicios médicos siguen siendo una promesa, los sueldos se mantienen bajos y, peor aún, el miedo a hablar se ha vuelto regla no escrita. En vez de mejorar, muchos sienten que ahora hay menos con quién quejarse, porque todo lo filtran antes de llegar a los altos mandos.

Y sí, el gober prometió cambios, y es justo reconocer que se han intentado dar pasos. Pero si los viejos operadores siguen en posiciones clave, el cambio se queda en buenas intenciones. La podredumbre no se corta quitando hojas, sino arrancando la raíz, mi mai.

La Policía Auxiliar necesita limpieza real, no maquillaje. Necesita justicia laboral pa' sus elementos, no miedo ni persecución disfrazada de disciplina.

Porque si la banda de uniforme pierde la fe en los cambios, ¿qué esperanza queda pa' el resto de los mortales?

Así que ahí lo tienen, mis valedores. Los viejos vicios aún respiran. Y mientras no se haga una limpia de fondo, seguiremos viviendo en la simulación.

¡Nos vemos en la próxima caída, mis mai!