¡Qué tranza, mis valedores!

Pos resulta que nuestra querida Puebla se está convirtiendo en el estado de los bomberazos, pero no de esos héroes de casco y manguera que salvan vidas, sino de los que llegan a apagar fuegos políticos que arden por todos lados. Y el Congreso del Estado es el que trae la manguera en la mano, pero pareciera que nomás está rociando gasolina.

Esta semana, el honorable Congreso va a sacar otra vez su uniforme de bombero pa' nombrar otro Concejo Municipal, ahora en Tlachichuca.

¿El motivo? Pos porque el alcalde, Giovanni González Vieyra, está tras las rejas junto con su carnal de Chalchicomula de Sesma, Uruviel. Y pa' acabarla, otro hermano, Ramiro González Vieyra, anda prófugo en San Nicolás Buenos Aires. ¡Qué bonita familia!

Pero espérense, que esto no termina ahí. En Cuautempan, el presidente Gerardo Cortés Caballero pidió licencia porque le catearon cuatro propiedades y encontraron armas, drogas y vehículos. Y en Ahuazotepec, el alcalde Alfredo Ramírez Hernández también pidió “chance” de tomarse un respiro luego de que la Fiscalía anduvo revisando su casa.

Si Puebla fuera una gran fogata, me cae de madre que el Congreso sería el cuartel de bomberos más ocupado de México. Ahí tienen a los diputados jugando a ser apagafuegos, nombrando Concejos Municipales cada que un presidente huye, cae o se pierde entre los pasillos del reclusorio. Pero aquí el problema no es que haya concejos, sino que se multiplican como plaga.

Hoy son cinco Concejos Municipales. El viernes serán dos más, pero la cifra puede volver a crecer, porque en cada elección nos venden candidatos como “los salvadores del municipio”, y en la vida real acaban siendo prófugos, detenidos o simplemente incompetentes.

¿Y cuál es la solución del Congreso? Poner parches y apagar incendios.

El problema aquí no es solo que el Congreso esté nombrando concejos como si regalara paletas en la feria. El problema es que no están solucionando nada, solo están aplazando el desmother. Porque poner un Concejo Municipal no es resolver el vacío de poder, es simplemente esconderlo debajo de la alfombra.

Mientras eso pasa, los ciudadanos de esos municipios ven cómo nomás sus problemas no paran. Sin alcalde, sin políticas públicas, sin nadie que de verdad se haga responsable. Y si no hay presidente municipal, ¿quién responde por la seguridad y quién los atiende?

Lo peor es que esto ya se volvió costumbre.

El Congreso apaga fuegos, pero nunca se pregunta por qué se siguen incendiando los municipios.

Y ahí están las fotos de los diputados, todos muy formales nombrando nuevos concejeros, como si con eso solucionaran algo.

Puebla ya no es solo un estado lleno de cultura e historia, es también un estado donde los presidentes municipales terminan presos, perseguidos o renunciando por debajo de la mesa. Y mientras tanto, el Congreso sigue apagando fuegos sin detenerse a pensar que el verdadero problema está en las candidaturas, en los filtros, en los intereses políticos que permiten que cualquier personaje llegue al poder.

Porque hoy el bombero es el Congreso, pero el incendio es Puebla. Y mientras sigan tapando hoyos en vez de construir gobiernos fuertes, esta fogata solo va a seguir creciendo.

Puebla se anda chamuscando, y los diputados solo traen cubetas con agujeros.