Sobre las paredes están las piezas de Frida. La exposición temporal, en la Galería de Arte del Palacio Municipal de Puebla, tiene ahora poco más de una veintena de obras y apenas tres de la famosa pintora mexicana. Lejos del Museo de Arte de Tlaxcala, lugar a donde pertenecen, Frida en Coyoacán (1927), Pancho Villa y la adelita (1927), y Muchacha pueblerina (1925), forman parte de la exposición "Kahlo, Carrington y Varo: Mujeres en México", que reabrió sus puertas tras un polémico cierre repentino, apenas un par de semanas de inaugurada su exhibición.
La narrativa, que inicia el recorrido con una museografía discreta, emite un mensaje que se pierde en su falta de congruencia: revalorar y reivindicar el papel de las mujeres mexicanas en el arte. Tras la Revolución, las artistas “se vieron privadas del acceso a la educación artística formal”, menciona el texto, sin firma, plasmado con letras blanquecinas sobre una pared oscura.
No es el único contraste en ese lienzo: debajo de la descripción, y arriba del eslogan de la Ciudad de Puebla, entidad anfitriona, está el emblema del Gobierno de Tlaxcala y de la Secretaría de Cultura Estatal. Los nombres de Lorena Cuéllar, gobernadora de Tlaxcala; José “Pepe” Chedraui Budib, alcalde de Puebla, y Anel Nochebuena, directora del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla (IMACP), en ese orden, están en el costado de la puerta al final de la exposición como impulsores de la sala. Jerarquía de relevancia o posicionamiento político, una interpretación compleja.
Las tres piezas de Frida Kahlo, que con anterioridad han recorrido diversos países de Europa Occidental, como Italia, Alemania e Inglaterra, son uno de los grandes tesoros artísticos de Tlaxcala. El cobijo externo reafirma su valía nacional. Pero en la exposición, en discrepancia con el texto curatorial, no todas las piezas son posrevolucionarias, mucho menos mexicanas: menos de la mitad de los trabajos pertenece a los nombres estelares, mientras que a lo largo de la galería figuran nombres como Marta Palau, Alice Rahon, Angelina Beloff, Valeta Swan, artistas inglesas, rusas, francesas, de la segunda mitad del siglo XX, quienes desarrollaron su percepción estética en tierras mexicanas. Reivindicar la esencia artística femenina mexicana a través de los ojos extranjeros, una máxima siempre presente en las raíces del malinchismo. Darnos identidad desde el gran Otro.
En un inicio, las piezas de Kahlo —dulce hiel de nombre que atrae a las masas—, Carrington y Varo eran numerosas, una ostentosa inauguración que desapareció parcialmente de las redes sociales de las dependencias; tras el cierre inesperado, las obras se redujeron a tan solo una pieza de Remedios y dos esculturas de Leonora, hechas de cera perdida, material áspero y opaco, como los señalamientos de supuestas piezas apócrifas exhibidas en la Galería.
Habría sido este el motivo, estiman los medios, que ocasionó el “cortinazo” de la muestra que permaneció “en mantenimiento” durante varios días. Los grandes ventanales del Palacio Municipal, recubiertos, impedían a los transeúntes, turistas y curiosos que pasean sobre el Portal Hidalgo ver qué ocurría en el interior.
A las otras piezas no se les ve más. Ninguna autoridad emitió una explicación ni una fecha para la reapertura, también tosca e intempestiva como la suspensión. Anel Nochebuena tiene una relación complicada con Frida Kahlo: en enero de 2024, a la entonces directora de Museos Puebla se le acusó de llevar al Museo Internacional del Barroco (MIB) al menos 20 pinturas supuestamente falsas de la artista coyoacanense durante la exposición “Hecho En México, Siglo de Oro del Arte Mexicano”. Hilda Trujillo, directora del Museo Frida Kahlo, ironizó sobre el abusivo cobro de 90 pesos para ver una exposición hipotéticamente falsa y acusó que el escándalo llegó a tal grado que el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) sugirió “pausar” la muestra para avalar la legitimidad de los cuadros.
Pero en la exposición, las únicas obras que quedaron intactas, casi libres de polémica, son las tres "Fridas tlaxcaltecas", restauradas por el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam), a cargo del INBAL, por mandato de la gobernadora, uno los pocos logros en materia de cultura que destacó durante su informe de gobierno, y que ahora acompañan el título de Cuéllar Cisneros en el estado vecino para subrayar la presencia de la gobernadora y las buenas relaciones con sus homólogos.
Con Varo y Carrington, la situación es distinta: sus obras, las que quedaron, cambiaron de lugar. Otras desaparecieron inexplicablemente; sobre las paredes, en lugar de cedulario, existe un raspón de concreto, herida en la pared que sugiere, nuevamente, una extirpación exprés, una legitimidad cuestionable.
Pero esto no interesa a la Secretaría de Cultura de Tlaxcala, tampoco al Ejecutivo. El nombre de Lorena Cuéllar permanece ahí, sobre el muro, testigo de las ausencias, y aunque corroído por la controversia, busca erigirse en la mirada del estado ajeno.