Los diputados electos llegaron al Congreso como si fueran a la graduación del CENHCH, sólo les faltó portar un crisantemo.
Con media hora de anticipación los diputados electos aparecieron en el salón de sesiones.


La mamá, la novia, la tía, el suplente, los hijos y hasta el asesor cupieron en la ambición de los diputados por meter a toda la parentela al Congreso para mostrarles que cualquier vaticinio sobre la inutilidad del hijo o de la hija ‚Äîsiempre los padres‚Äî había fallado. Así que los electos hicieron maravillas con los tres o cuatro pases para estar en la galería VIP, aunque no faltó la marullería de uno que otro legislador para colar hasta el perico. Porque se puede ser muy nice pero, eso sí, no hay nada como la familia completa a unos cuantos metros del diputado electo que toma protesta.


Ahí, en el gran día, los diputados electos y sus fans más próximos atiborraron el Congreso. En el exterior del recinto legislativo un grupo de transportistas de Teziutlán rechazaban a gritos y con pancartas la legalización de las mototaxis. Testigos mudos de la protesta, los granaderos, blindaron el edificio legislativo.


Pero el presidente del Congreso, en el pasillo de la sede, declaraba que no habría ninguna ley en favor de los mototaxistas. Aguilar Viveros aprovechó para rematar. "Fuimos la mejor legislatura", en ese adorable tono de nostalgia otoñal.


Los ganadores se paseaban. Como el perredista de Tehuacán, Luis Miguel Huerta Barbosa y su clan de diputados ganadores de la coalición "Compromiso por Puebla".
Un concesionario se acercó a saludar al perredista de Nueva Izquierda.


Tony Galy, Erick Cotoñeto, y el dirigente Miguel Ángel de la Rosa escoltaban a Huerta Barbosa.
El líder de la sección 51 del SNTE, Cirilo Salas, se declaraba orgullosamente elbista y muy propio felicitaba a Memo Aréchiga por ser el virtual nuevo dirigente de la Gran Comisión, máximo órgano legislativo.


Una fila de 40 fotógrafos intentaba ingresar al pleno legislativo. Pero el filtro era de tres en tres cada tres minutos. La línea de espera más bien desesperaba a los fotógrafos.


La diputada Leonor Popócatl, del PAN, leía el acta de la sesión. Cruzaba miradas con el priista Aguilar Viveros.


Humberto Aguilar Viveros, presidente de la Gran Comisión de la LVII Legislatura presidía la sesión.
El diputado por Convergencia, José Juan Espinosa Torres, hizo la propuesta de la mesa directiva para el primer periodo de sesiones de la LVIII Legislatura. Como presidente, Rafael von Raesfeld Porras; vicepresidente, Jesús Morales Flores; secretario, Enrique Nácer Hernández; secretario, Erik Cotoñeto Carmona; prosecretarios, Venancio Ojeda Hoyos y Zeferino Martínez Rodríguez.
Nadie objetó. No hubo ninguna otra propuesta.


La propuesta del convergente pasó como mantequilla.
Los diputados electos hicieron su primera elección totalmente planchada.
Modositos y ordenados pasaban a depositar su boleta de votación.


Aguilar Viveros miraba a los diputados electos emitir sus votos. El presidente de la Gran Comisión tamborilea con sus dedos. Miró hacia arriba. Se le dibujaba en el semblante una sonrisa forzada. Sus músculos faciales, rígidos. En la despedida del Poder Legislativo priista.


La friolera fue unánime y sin chistar, como sueña cualquier operador parlamentario: 41 votos a favor de la propuesta de mesa directiva, ningún voto en contra.


Los diputados electos, en su primer round le temieron a la democracia y al debate. Mejor una propuesta bien planchada que una bien discutida en el pleno. La unanimidad como orgullo colectivo. La unanimidad como talento grupal de la cultura política poblana. La sesión de ayer no fue el parteaguas de nada, sino la instalación de una mesa directiva única y planchada.


Una comisión de cortesía acompaña a la salida a los diputados de la mesa directiva saliente.


El rito se cumplió rigurosamente. Con ese sello terapéutico que le recuerda a los diputados salientes cuan efímero es un periodo legislativo de tres años y cuan frágil es la política que algunos quieren volver transexenal con sus dedazos casapoblanos.
El nuevo presidente de la mesa, el panista Rafael von Raesfeld Porras, dirigió la sesión y le toma la protesta a los diputados electos de la LVIII Legislatura.


En un tonito de Yunque fresa, Von Raesfeld dijo, cual si estuviera en una celebración mística, "gracias, pueden sentarse."
Los diputados se aplauden. Con un fervor introspectivo. Desde las bocinas se escucha una musiquita ambiental muy dulzona, como de retiro místico. Muy, muy mona.


Desde una sala de comisiones ‚Äîa donde han sido relegados los reporteros‚Äî se escuchan gritos de protesta y golpes: "Déjenos entrar".


La cola de fotógrafos se transforma en un tumulto que se relaja, vía un grupo de granaderos, con el saldo que los fotógrafos ingresan ‚Äîal final‚Äî al salón de Plenos y la foto de la toma de protesta se repite.


Al término de la sesión, en el pleno los diputados se divertían de lo lindo. Se sentían divinos cuando los reporteros les colocaban a unos centímetros de la boca las grabadoras. A la menor provocación sonreían a las cámaras.


Las familias de los diputados no tardaron en tomarse fotos por doquier con sus retoñitos legislativos.
Algunos hasta se sientan en las curules, lo que provoca la molestia del personal del Congreso quienes amonestan a los proto diputados.


El Congreso luce flamante. Y los diputados recién desempacados con virginal alegría disfrutan el placer de los reflectores y de la unanimidad como resultado de la democracia bien planchadita.