Con un velorio simbólico, al que sólo pudieron asistir 10 de sus familiares, por las medidas sanitarias, Crescencio recibió el postrer adiós en Nueva York.

Su cuerpo viaja en estas horas de regreso a México, a donde llegará la tarde-noche de este martes 14 de junio, casi tres meses después de que murió -el sábado 18 de abril- por Covid-19 en un hospital de la llamada Capital del Mundo.

Llegará el miércoles por la mañana, directo a su sepultura en su natal Santa Cruz Huehuepiaxtla, en el municipio de Axutla, Puebla, de donde salió muy joven, en la década de los 80, a buscarse la vida en Estados Unidos.

Desde allá siempre vio por sus padres, quienes lo esperan con dolor y, seguramente, con un dejo de paz porque ha regresado.

Esperó el poblano de 56 años en una funeraria de Brooklyn todo este tiempo, hasta que las condiciones de la pandemia han permitido el viaje en avión, desde aquella ciudad de norte de Estados Unidos, que por semanas fue epicentro mundial del Coronavirus.

Apenas hace unas horas, abordó el vuelo de regreso a casa desde el aeropuerto John F. Kennedy.

En Nueva York vivió Crescencio con sus hermanos y otros familiares y allá se dedicó por tres lustros a la construcción y mantenimiento de campos de golf.

Estas 12 semanas han tenido para sus familiares sabor a desesperación y dolor, pero también de esperanza. 

Esta tristeza la han vivido especialmente sus hermanos Alberto, Javier y Gilberto Flores Méndez, en Nueva York, y Gerardo y Lupita, en México, quienes han sabido convertir el luto en acicate para conseguir la repatriación del cuerpo de Crescencio, hasta su pueblo, que vigila su famoso cerro de La Peña.

Así lo han querido sus padres, Reyna de 86 y Francisco de 88 años, y por eso se ha dado esta lucha y enorme.

Hasta donde se sabe, Crescencio es el primer poblano que es repatriado en cuerpo, pues otros paisanos que fallecieron fueron cremados. 

Las cenizas de 104 de ellos llegaron este lunes y en una ceremonia emotiva, que encabezaron el gobernador Miguel Barbosa Huerta y el cónsul general de México en Nueva York, Jorge Islas López, recibieron el honor y el reconocimiento de su esfuerzo. 

Desde ayer mismo y en los próximos días están llegando a sus pueblos.

Para el traslado de Crescencio, dice su hermano Alberto en entrevista, han participado también el Consulado de México, en el apoyo del traslado aéreo, y el Instituto Poblano de Asistencia al Migrante (IPAM), del gobierno barbosista, para el viaje terrestre.

Los últimos 3 minutos

Las despedidas desde el alma y desde el corazón han sido muchas para Crescencio. 

Ha venido dejando a los suyos de poco a poco, desde que, el 18 de abril, se supo que perdió la batalla contra el Covid-19, en los días en que, precisamente, la pandemia arrasaba con cientos de miles de vidas en Estados Unidos y, especialmente, en Nueva York.

En aquella ciudad y su zona triestatal, con Nueva Jersey y Connecticut, se estima que viven 960 mil de poblanos, de los millón 200 mil mexicanos, que se calcula que están.

A unas semanas de su fallecimiento, ya que el virus había dejado su cuerpo definitivamente, sus hermanos pudieron reconocerlo en la funeraria. Estuvieron a su lado cuando “a su cuerpo ya solamente la cubría una sabanita”.

Alberto cuenta que apenas pudo estar tres minutos, porque el dolor ya no le permitió más.

En silencio, casi como introspección, Alberto tuvo un último diálogo con Crescencio, para prometerle que, con sus hermanos, conseguiría la meta y su deseo de tener su tumba en su pueblo natal.

Él se despidió de su hermano mayor, su compañero de vida de los últimos 20 años.

Crescencio hoy regresa a casa.