Han pasado 56 años desde que el Caso Canoa nos colocó a los Poblanos en el ojo del huracán por el linchamiento de cinco trabajadores de la BUAP que fueron asesinados por los pobladores de la junta auxiliar capitalina, tras ser acusados de comunistas.

Desde entonces y hasta la fecha, los linchamientos en Puebla continúan demostrando que los famosos protocolos no sirven para garantizar el rescate con vida de las personas.

El caso de Coyula, donde la noche del lunes fueron asesinados cuatro hombres, acusados de presuntamente robar una camioneta, fue una más de las operaciones en donde la autoridad no logró evitar la masacre.

El fallo no es exclusivo de este gobierno -ni municipal ni estatal- es histórico, prácticamente todas las administraciones han reprobado en la aplicación del famoso protocolo.

Y digo que se han reprobado porque cadaintento de linchamiento” que termina con el asesinato de alguien es una muestra del fracaso.

Tristemente, la historia marca a Puebla como un estado donde esas barbaries parecieran ser parte de los usos y costumbres de varios de nuestros municipios.

Además del Caso Canoa, Ajalpan vive con la tenebrosa reputación del linchamiento de los hermanos Copado Molina.

En octubre de 2015, durante el gobierno de Rafael Moreno Valle, dos personas fueron víctimas de un juego de palabras que les costó la vida. En Ajalpan los pobladores confundieron a los encuestadores con presuntos secuestradores y la falta de verdaderos protocolos de acción permitió que los hermanos Copado Molina fueran lentamente quemados en una plaza pública mientras los policías, a distancia, veían la masacre.En ese tiempo denuncié la falta de empatía del Señor de los Cerros así como de un verdadero adiestramiento a las fuerzas del orden social, en la entrega del 23 de octubre de 2015, titulada: El drama de Ajalpan visto desde Casa Puebla.

La cita corresponde a la entrega de esta misma columna el 8 de agosto de 2019, titulada: Linchamientos, el eterno foco rojo.

Para terminar con la barbarie, más que seguir insistiendo en los protocolos se necesita trabajar en la educación y valores de los pobladores.

Aplicar estrategias como las que plantea la Cultura de Paz podría ser mucho más funcional que seguir apostando una fila de patrullas en las inmediaciones de las poblaciones que son cerradas por quienes ahí habitan para consumar los asesinatos colectivos.

Se aferran al hueso

Karla Adriana Martínez y María Xóchitl Zárate decidieron que después de perder en las elecciones del pasado 2 de junio, quieren regresar al Ayuntamiento de Puebla como titular del Instituto para la Juventud y la Secretaría de Servicios Públicos, respectivamente.

Ambas funcionarias públicas están empeñadas en regresar a tratar de recuperar lo invertido en la campaña en lo que resta de la administración.

Sus deseos podrían toparse con dos “peros”, el primero es que al irse a la campaña decidieron renunciar, es decir, que para que se reincorporen tendrían que volver a ser contratadas por la administración.

De serlo tendrán que tener en cuenta que la entrega-recepción será altamente vigilada, por lo que tendrán que poner todo su empeño en entregar sus secretarias con total pulcritud.

Ni más ni menos.