Durante casi seis años, las fracciones de Morena y PT tuvieron en el Congreso local la mayoría simple que se necesitaba para la despenalización del aborto.
Durante todo ese tiempo, que incluyó a dos legislaturas, sólo algunas diputadas como Rocío García Olmedo, Mónica Silva y Estefanía Rodríguez tuvieron el valor de enfrentar este tema que por sí mismo representa una enorme controversia social. Estás legisladoras convocaron a un verdadero Parlamento Abierto para escuchar voces disímbolas, presentaron iniciativas y pusieron el tema en los medios. Sin embargo, las fracciones morenistas se negaron a asumir el costo político y jamás se avanzó en comisiones la “temida” despenalización del aborto.
Fue hasta el lunes pasado, cuando Alejandro Armenta asumió una postura abierta sobre este espinoso tema, dirigiéndose a los diputados para recordarles que debían cumplir con el mandato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), cuando los salientes diputados decidieron poner manos a la obra y meter el acelerador para abordar y votar la reforma al Código Penal.
Tristemente, lo que debió ser un acto de iniciativa propia, terminará en una acción con el fin de complacer a quien será su nuevo jefe político.
Así las cosas, el miércoles pasado se anunció en la Junta de Gobierno que dos días después se discutiría el tema en comisiones unidas. El viernes fue aprobado y se enlistó el tema para que este lunes se vote en el Pleno del Congreso. Todo en menos de una semana.
Los diputados de “izquierda” dejaron pasar años, hicieron oídos sordos ante los reclamos sociales para despenalizar el aborto y prefirieron ignorar la resolución de la SCJN, hasta que el interés político por quedar bien con el próximo gobernador les prendió la mecha.
¿Verdad que no era tan difícil aprobar las reformas al Código de Procedimientos Penales donde se deja de criminalizar a las mujeres que abortan? Era sólo cuestión de voluntad política.
Se ahoga la voz de la derecha
Cuando en las marchas del 8-M se leían cartelones o se escuchaban frases como “saquen sus rosarios de nuestros ovarios”, sin duda que las activistas pensaron en las reacciones que tendría el ala conservadora de Puebla.
Ayer, en la catedral metropolitana, el arzobispo alzó la voz y dejó en claro la posición de la Arquidiócesis: un radical y rotundo no.
Los panistas también realizaron una protesta -menor- frente al Congreso.
Esa derecha a la que pertenecían los miles de poblanos que en los años 70 y 60 salían a gritar “cristianismo sí, comunismo no”, se ha debilitado. Sus descendientes o cambiaron de color o están apagados. El jueves pasado apenas se vio una veintena de personas afuera del Congreso, mientras que ayer los llamados “Pro Vida”, tenían a una decena manifestándose.
La UPAEP, la que se manifestó hace 36 años previo al informe del entonces presidente municipal, apoyando a los grupos de la derecha, sólo emitió un boletín pidiendo que se discuta el tema.
¿Será que hasta ellos ya habían entendido el cambio social que sólo los morenistas y petistas se negaron por 70 meses a atender?