El 31 de mayo de 2010, el mundo del fútbol fijaba su mirada en una sala de prensa. En ella unían sus caminos uno de los clubes más importantes del mundo con el entrenador más mediático. El Real Madrid presentaba a Jose Mourinho, que llegaba a la casa blanca con la misión de hacer frente al intratable Barcelona de Guardiola, aunque ya desde aquel día el luso advertía de que su principal objetivo era cambiar el propio Real Madrid: “El club no está estructurado para la dimensión que tiene.”

Ahora, 365 días después, está claro que el técnico luso ha sido fiel a sus intenciones. El Madrid ha sufrido una profunda transformación en todos los ámbitos, desde los deportivos a los institucionales. Ni juega igual que cuando Pellegrini ocupaba el banquillo del Santiago Bernabéu, ni las decisiones se toman ahora de la misma manera.

Los primeros cambios llegarían sobre el césped. Ya en los primeros entrenamientos se observaron diferencias notables con los métodos de trabajo que se habían visto en los meses anteriores en Valdebebas. Mourinho llamó inmediatamente la atención por su dedicación, minuciosidad y perfeccionismo. Además, desde el primer minuto estableció un elevado nivel de exigencia para todos sus jugadores, independientemente de lo que figurase en sus nóminas, y eso se acabaría notando en su rendimiento.

Un equipo duro y contundente

El portugués convirtió un equipo de claro carácter ofensivo pero que descuidaba su retaguardia en un conjunto muy rocoso: mantenía su contundencia en ataque pero al tiempo, a los rivales les resultaba mucho más difícil llegar hasta la meta defendida por Casillas. Un cambio en el que resultó clave la capacidad de Mourinho para inculcar a sus futbolistas una mentalidad de sacrificio por el colectivo sin perder por ello su confianza. Al contrario de lo que sucedía antes de su llegada a Chamartín, ningún jugador podía relajarse bajo amenaza real de abandonar la titularidad...

Si bien durante esta primera temporada nunca ha llegado a jugar como el Barcelona, el Madrid ha asombrado por la intensidad de su fútbol. Precisamente, si sufrió varios tropiezos en la Liga que le acabaron alejando del título, éstos sucedieron cuando los blancos no pudieron o no supieron darle a su juego esa intensidad.

Durante esta temporada Mourinho también ha destacado por su capacidad para obtener lo mejor de sus jugadores. El portugués consiguió sacar de su indolencia a Benzema, encontrar la mejor versión de Marcelo o que Cristiano Ronaldo firmase sus mejores registros goleadores. En su debe, sin embargo, quedará la situación en la que ha dejado a otros futbolistas como Canales o Pedro León, que llegaron al club como proyectos de estrella y apenas han contado con oportunidades.

Su gestión ha llevado al Real Madrid a cotas que no había alcanzado en los últimos años. Así, el club merengue reconquistó la Copa del Rey 18 años después, se plantó sin dificultades en las semifinales de la Liga de Campeones y luchó con el Barça por la Liga hasta las últimas jornadas. No ha conseguido frenar a Guardiola y los suyos salvo en la final de la Copa del Rey, pero inventó una fórmula para plantarles cara, con Pepe de mediocentro, que le salió bien en Liga y a punto estuvo de funcionar en la Liga de Campeones.
Un poder que no ha dejado de crecer

El portugués contaba con la confianza de Florentino Pérez desde el mismo momento de su fichaje, como demuestra el hecho de que el máximo mandatario blanco firmase con el técnico un contrato de cuatro años. La banda del Bernabéu ya no la ocupaba un entrenador “de perfil bajo”, que se adaptase a las decisiones de la dirección deportiva del club, sino un técnico con mucho más poder. Pero Mourinho no se conformó nunca. Ese poder, apoyado en el buen rendimiento del equipo, iría aumentando con el paso de las jornadas