El terrorismo sigue siendo una preocupación a nivel mundial, pero gracias al operativo de seguridad firme y discreto de los Juegos Olímpicos de Londres, los potenciales atacantes ahora deberán esperar cuatro años más, hasta Río de Janeiro 2016, para tener una nueva ocasión de aprovechar la mayor escena mundial.

La ausencia de incidentes serios en los Juegos que acaban de concluir representan un éxito para el Estado británico y sus aliados antiterroristas, y un fracaso para al Qaeda, la red militante considerada como la más interesada en intentar un ataque.

El hecho de que el operativo de seguridad se haya realizado de forma sutil, con oficiales y soldados sin armas en escena, ha dado más brillo al logro de Gran Bretaña, según el Gobierno y analistas.

Algunos hacen una comparación favorable con la más visible presencia policial en los Juegos de Pekín 2008, que incluyó una enorme cantidad de personal armado alrededor del centro de prensa, entre las muchas sedes olímpicas custodiadas minuciosamente.

Críticos miraron con recelo el uso intensivo por parte de los organizadores del circuito cerrado de televisión para realizar vigilancias, una tecnología que la influyente industria británica de seguridad busca promover a escala internacional, y la presunta intervención de la mayor parte de las comunicaciones electrónicas en los Juegos.

OBJETIVO PRINCIPAL

No obstante, defensores de la operación de seguridad argumentan que las apuestas eran demasiado altas y que ameritaban el uso de esos métodos.

Después de todo, dijeron, Londres era considerado un objetivo principal del terrorismo. Eran los primeros Juegos Olímpicos organizados por un prominente integrante de la coalición encabezada por Estados Unidos y formada después de los ataques de al Qaeda del 11 de septiembre del 2001.

Se cree que la capital inglesa es hogar de muchos simpatizantes comprometidos de al Qaeda: Gran Bretaña sigue siendo una sociedad abierta que da lugar a la creación de grupos y que no cuenta con el aparato de seguridad que tiene la China comunista.

Además, los potenciales atacantes tuvieron siete años para prepararse, ya que Londres fue elegida como anfitriona el 6 de julio del 2005.

Al Qaeda podría haber intentado emular los ataques suicidas perpetrados por islamitas británicos el 7 de julio de 2005 en el sistema de transporte de la ciudad, que provocaron la muerte de 52 personas.

La operación de seguridad en Londres, encabezada por la policía pero apoyada por militares y servicios de emergencia, combinó de todo: desde misiles preparados en la superficie hasta escáners al estilo de aeropuertos y patrullas navales. La mayor parte de los policías no portó armas.

A pesar de todo el alboroto previo a los Juegos en torna a las medidas de seguridad, el final del evento llevó a los visitantes a calificar la operación como discreta pero efectiva.

En puntos de entrada, soldados ayudaban a personal de seguridad privada a escanear equipajes pero sin generar largas colas.

El canadiense Peter Myers, de 61 años, expresó: "Es más rápido que en la mayoría de los aeropuertos y no vi a nadie portando armas".

"Es muy relajado para algo que se supone debe ser seguro. Quiero decir, es seguro, pero uno no se da cuenta", agregó.

INCIDENTES MENORES

Los potenciales problemas eran variados y todos fueron considerados, desde protestas hasta crímenes, dijeron organizadores.

Tal vez uno de los mayores inconvenientes se produjo días antes del inicio de los Juegos, pero no tuvo malas consecuencias.

La empresa de seguridad G4S admitió que no podía proveer guardias suficientes para las sedes olímpicas, por lo que Gran Bretaña tuvo que desplegar miles de soldados extra a último momento, sin importar el contrato multimillonario que unía a la firma con el Gobierno.

Pese a esto, los incidentes ocurridos fueron menores.

Un ejemplo de ello fue la primera noche de los Juegos, cuando la policía arrestó a 182 activistas en bicicleta que realizaron un recorrido masivo mensual a pesar de las advertencias de evitar las calles reservadas para el tránsito olímpico.

Barrie Houlihan, profesor de política deportiva en la Universidad Loughborough, señaló que las medidas de seguridad se realizaron de forma "tranquila y discreta".

"La seguridad ha sido lo más suave posible", sostuvo. "Pero es una operación de seguridad que fue diseñada para enfrentar lo posible, no lo probable", añadió.

El presupuesto de seguridad superó los 1.000 millones de libras esterlinas (1.560 millones de dólares) de un total de 9.300 millones destinados a los Juegos.

Eso implica que fue tres veces menor por atleta que en Pekín 2008, según un estudio realizado por Houlihan y su colega en Loughborough Richard Giulianotti, pero 10 veces mayor que la cantidad gastada por deportista en Sídney 2000, los últimos Juegos antes de los ataques del 11 de septiembre del 2001.

Varios analistas antiterroristas sospechan que gran parte de la comunidad internacional de militantes islamitas simplemente no se concentró en los Juegos Olímpicos, aunque algunos de ellos enviaron esporádicas amenazas el año pasado.