Corrían los años 40 cuando, a temprana edad, William Álvarez descubrió el deporte blanco. Antes y después del colegio, el infante antioqueño vestía de corto para jugar en Club El Bosque, al mismo tiempo que trabajaba como recogepelotas para aumentar los pocos pesos colombianos que se juntaban en el monedero de los Álvarez.
El polvo rojo de las extintas canchas del club fue testigo del vertical ascenso del apodado ‘Pato’. Un año antes de cumplir la mayoría de edad, se proclamó Campeón Nacional. En 1951, tras recibir una invitación para formar parte del mejor equipo de tenis de la época, el Dunlop Tennis Team, el destino marcaría Inglaterra como el primer país europeo donde el colombiano comenzaría a dar sus primeros pasos junto a jugadores de talla mundial. Fue ahí donde William absorbió galones de lecciones y experiencias durante su paso por tierras inglesas.
El tren del éxito no pasa todos los días, Álvarez lo sabía; con su maleta repleta de raquetas, sueños y hambre, se decidió abordarlo con el primer boleto que encontró. La astucia y recursos tenísticos de ‘Pato’ permitieron que su lábaro patrio hondeara por más de 15 años en los eventos de mayor magnitud de la época.
A pesar que la ATP todavía no veía la luz, sus cetros, aunado a los rivales que solían caer a sus embates, permitieron proyectar a Álvarez; según los expertos, el colombiano fue uno de los mejores 30 jugadores del mundo durante los años 60. Sus historias como principal protagonista de las crónicas deportivas llegarían a su final en el Roland Garros de 1972; sin embargo, el punto -al término de su carrera- no sería un punto final, sino punto y seguido.
El inclemente clima invernal de Inglaterra generó incógnitas en la mente de ‘Pato’. Su cuerpo añoraba el apacible calor de casa, razón por lo que decidió mudarse: España era el destino; Barcelona, específicamente. La estructura del ahora legendario Club Pedralbes se amoldó a las necesidades de Álvarez, siendo así como brotarían las primeras raíces de ‘La Armada Española’.
Hasta los despachos de las oficinas de la Real Federación Española de Tenis llegaron rumores y, posteriormente, resultados de un extenista y entrenador colombiano que estaba revolucionando la manera de enseñar y entrenar a sus pupilos. El hoyo en que se encontraba el tenis español orilló a la RFET a tomar una controvertida decisión que atentaba contra el intrínseco nacionalismo: William Álvarez era nombrado nuevo director técnico de la Escuela Superior.
‘Pato’ diseñó todos los esquemas de entrenamiento en cancha que, en su mayoría, se siguen aplicando actualmente; los cuales se basan en los ‘cubos’: un sistema de entrenamiento enfocado en el golpeo de canastas repletas de pelotas para moverse con solidez y eficacia en las tres áreas de la pista, (defensiva, ofensiva y definición). Asimismo, creó el ‘doble ritmo’: una sistematización en el juego de pies, la cual permite estar en balance para aprovechar y transferir toda la fuerza del tren inferior en cada impacto.
Con la disciplina y trabajo, máximas de Álvarez que fueron aplicadas e inculcadas a cada jugador que pisaba un pie en la Escuela Superior, los resultados comenzaron a caer como racimos de uvas.
Los célebres cubos formaron a una gran parte de la generación dorada española. Emilio Sánchez Vicario, #7 ATP en singles y #1 del mundo en dobles; Sergio Casal, #31 ATP en singles y #3 en dobles; Francisco Clavet, que alcanzó el puesto #18 en el ranking individual; Javier Sánchez, dentro del top 25 de la ATP; Tomás Carbonell ( #48); Albert Viloca, Joan Balcells, David Sánchez, Rubén Fernández y Julián Alonso.
Y la lista sigue. Además, conformó una de las parejas masculinas más efectivas en las últimas décadas al trazar un patrón de juego que permitieron a Sánchez Vicario y Casal coronarse en Wimbledon (1987), Roland Garros (1988, 1990) y US Open (1988).
Con las nuevas tecnologías tocando puerta en el nuevo milenio, los sistemas tácticos y técnicos del legendario colombiano se mantienen vigentes. Evidencia suficiente: Andy Murray, actual número 6 del ranking ATP, fue adiestrado en Barcelona desde los 15 años por Álvarez; de igual manera, el búlgaro Grigor Dimitrov, una de las raquetas más prometedoras e hipotético sucesor de Roger Federer. Asimismo, las formaciones del argentino Juan Mónaco y el luxemburgués, Gilles Müller, corrieron por cuenta de Álvarez.
Irrefutablemente, la escuela creada por William Álvarez fue el primer y más importante eslabón para la invención de la aclamada ‘Armada’: un convoy de raquetas españolas que ha asombrado por las últimas décadas, tanto juvenil como profesionalmente.
Nadie es profeta en su tierra, pero ‘Pato’ es un desconocido en Colombia y denostado en su otra tierra, España.
El medio ibérico se ha encomendado en desvanecer su legado pero, para la fortuna del deporte blanco, existe una memoria que evoca las dos ocasiones, 1989 y 1992, en que Álvarez fue galardonado como mejor entrenador del mundo por la ATP. Porque, como él mismo apunta: “El tenis es ingrato”.