Juan de Palafox y Mendoza, acusado en su tiempo por sus enemigos de ser factor de divisiones y conflictos, convocó a personas de distintos credos y opciones políticas que se reunieron en la Catedral Metropolitana para escuchar un concierto en su honor.

En el mismo día en que las reliquias del beato Juan de Palafox fueron depositadas en el Altar de los Reyes para ser veneradas por los fieles, las autoridades del gobierno del Distrito Federal, la UNAM, junto con la arquidiócesis de México, organizaron un concierto con la Orquesta de Cámara de Minería en la Catedral.

Así, el anfitrión, cardenal Norberto Rivera pudo recibir a altos funcionarios de los gobiernos federal y del Distrito Federal.

En los lugares de honor, el líder religioso quedó flanqueado, a la izquierda por Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del Distrito Federal, y a la derecha por Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública federal.

Con el legado de obra política de quien fue arzobispo de México y virrey de la Nueva España, el cardenal Norberto Rivera recordó que Juan de Palafox y Mendoza tuvo tres objetivos en sus reformas políticas.

Fortalecer la justicia, limitar el poder del virrey y combatir la escandalosa corrupción y los terribles abusos perpetrados por los alcaldes mayores, justo lo que se necesita ahora, recordó el prelado.

Expuso que no cabe duda que esta idea de la supremacía de la justicia sobre la autoridad es la aportación más importante para alcanzar la reforma de la administración, agregó el cardenal en exordio, y reiteró que lo mismo se podría decir del presente.

Además, dijo, eliminó las barreras comerciales entre las Indias y las Filipinas, frenó la especulación en el precio de los alimentos, propuso una drástica reducción de la presión fiscal y rechazó la imposición de nuevos impuestos.

De igual forma, recibió las arcas del rico virreinato de la Nueva España en bancarrota y las entregó saneadas con setecientos mil pesos oro; reformó al ejército, asistía diariamente a las sesiones de la Audiencia para agilizar la justicia y vigilar su imparcialidad, añadió.

Luego del recuento sobre las ideas y las acciones de Palafox y Mendoza, el cardenal preguntó: “¿alguien puede dudar de su actualidad en la circunstancia histórica que vive nuestro país?”.

Sentenció que “en México, no saldremos adelante si no volvemos a poner la virtud -los valores, como hoy en día se les llama-, en el centro del quehacer político y de la sociedad en general; esta no es una idea religiosa, ya los antiguos filósofos lo planteaban como fundamento de toda sociedad.

Asimismo la autoridad debe legitimarse con el ejercicio de la justicia, de otra manera sólo tendremos autoritarismo o un remedo de autoridad que no alcanza su cometido fundamental”

Subrayó que el ejercicio del poder y la política, De Palafox lo vivió como una verdadera vocación de amor, servicio y sacrificio, vio como el peor vicio de la administración pública la injusticia, la corrupción, el despotismo, la arrogancia y el enriquecimiento ilícito. “¿No acaso, nos hace falta todo eso?”, concluyó.

El resto, fue disfrutar de la música de Mozart y de Vivaldi, y de mantener el respeto mutuo entre los mundos político y espiritual, según señaló a su arribo el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard.