Cien años después de la muerte de Manuel Uruchurtu, la historia de este político mexicano que se ahogó en el Titanic por ceder su lugar a una señora busca hacerse un hueco en el imaginario colectivo de México para rescatar esos valores de caballerosidad propios de tiempos pasados.

Manuel Uruchurtu fue el único viajero mexicano del Titanic y por su posición, que viajaba en primera clase, le ofrecieron ser uno de los primeros en tomar un bote salvavidas, cuando aquel 14 de abril de 1912 el barco chocó contra un iceberg y comenzó a hundirse. Cuando estaba ya en el bote, una señora de segunda clase se acercó con un bebé suplicando que la dejaran subir, pero los oficiales no lo permitieron; ahí fue cuando Uruchurtu se levantó y le cedió su lugar a la dama.

La mujer que Uruchurtu salvó era inglesa, se llamaba Elizabeth Ramell y la única petición que le hizo el mexicano fue que buscara a su familia y le contara cómo había muerto. 

El viaje se produjo 12 años después del hundimiento del Titanic; Ramell viajó a Hermosillo, Sonora, en donde vivía la familia Uruchurtu."Tuvieron que hablarle al maestro de la escuela, que era el único que hablaba inglés", explicó su sobrino bisnieto, Antonio Uruchurtu, quien contó que Manuel era diputado federal e iba a postularse como candidato al Senado.

No pensaba tomar el Titanic, pero en el último momento lo convencieron, atraído por la idea de que era el viaje inaugural del transatlántico más grande construido por el hombre.