Hubo rabiosos aplausos, pero también algún grito de indignación. "¡Menudo bodrio!, ¡escándalo!", gritaba una voz femenina desde el público aquel 12 de mayo de 1994, cuando Quentin Tarantino subió a recoger en Cannes la Palma de Oro por la salvaje y rompedora Pulp Fiction.

El segundo largometraje de un entonces prometedor director de 30 años -empleado en un videoclub de Los Ángeles hasta que su nombre comenzó a correr como la pólvora, de boca en boca y de festival en festival, por su debut, Reservoir Dogs (1992)-, triunfó contra todo pronóstico en una noche engalanada para Krzysztof Kieslowski.

El director polaco, con su tercera entrega de la trilogía de colores, "Rojo", era el favorito, incluso para Tarantino, que confiaba en llevarse al menos el premio al mejor guion, según cuenta Peter Biskind en el libro Sexo, Mentiras y Hollywood.