Siempre que analizamos el desempeño de un país el primer referente para hacerlo es su crecimiento económico. Este factor es muy importante porque está correlacionado con muchas variables que inciden directamente en los habitantes, por ejemplo, podemos mencionar el empleo, el ingreso e incluso la pobreza como algunas de ellas. 

El crecimiento económico se mide en tasas porcentuales y se sabe que un crecimiento acumulado en el tiempo del 70 por ciento implica duplicar el tamaño de la economía de acuerdo a principios neoclásicos de la economía, por esto es tan importante crecer a tasas altas porque eso hace que el tiempo de acumulación de bienes se disminuya y, por tanto, los beneficios a las personas se transfieran más rápidamente. 

De acuerdo a las más recientes teorías del crecimiento, hoy se entiende que el ser innovadores genera ventajas competitivas que impulsan la productividad de las economías nacionales. Tal parece que existe una correlación directa entre competitividad y crecimiento económico, a lo menos eso muestran indicadores internacionales como el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial (WEF). Así, a mayor competitividad mayores tasas de crecimiento económico, por esta sencilla razón hoy todas las economías están enfocadas en la competitividad. 

El proceso para integrarse a esta lógica no es sencillo, se necesitan muchos cambios y tiempo pero, al final, los resultados deben darse. Tal parece que el Gobierno de la República, encabezado por el presidente Peña Nieto, ha tomado estos nuevos paradigmas económicos y los ha aplicado en nuestro país y, de acuerdo a la OCDE, las expectativas de crecimiento son muy buenas para los próximos años. Al iniciar la administración el diagnóstico era claro: en los últimos 30 años el crecimiento económico del país había sido insuficiente para crear las oportunidades de empleo e ingreso que merecen los mexicanos. Este limitado desempeño, con un crecimiento anual de 2.4 por ciento en promedio, se explicaba, en gran medida, por “el estancamiento, e incluso contracción, de la competitividad y productividad de la economía en su conjunto. Más aún, la baja productividad era especialmente evidente en las entidades federativas menos desarrolladas, así como en diversos sectores económicos, sobre todo en negocios de carácter informal”. 

Bajo este panorama se tomaron tres decisiones estratégicas: i) Se situó a la competitividad y a la productividad en el centro de la política económica nacional, convirtiéndola en una variable primordial de largo plazo; ii) se formó una amplia alianza para la productividad; y iii) se emprendió una amplia agenda de reformas transformadoras para elevar la productividad y competitividad de nuestra economía; y tal parece que la estrategia está a punto de rendir frutos. 

Esta semana el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, anunció que se espera que para 2015 la economía mexicana crezca a una tasa de entre el 3.5 y el 3.9 por ciento, y que para el año 2016 se prevé un crecimiento económico del 4.2 por ciento, lo cual, de acuerdo a la OCDE, hará que México tenga la cuarta tasa de crecimiento más alta entre las 20 mayores economías del orbe, sólo superada por China, que avanzará 7.1 por ciento; India, con 6.4 por ciento e Indonesia, con 5.4 por ciento. Con pasos firmes el Gobierno de la República avanza en el objetivo de hacer de México un país más competitivo y productivo, lo que vislumbra nuevas condiciones que deberán traducirse en generar mejores empleos y elevar la calidad de vida de las familias mexicanas.