Tal vez Onur Sandal no sabía con quién se la estaba jugando el pellejo cuando se acostó con la chica con la que andaba flirteando esos días, pero no tardaría en descubrirlo. La semana pasada, mientras caminaba por la calle, un coche se detuvo junto a él. El hermano de la muchacha se bajó, comenzó a golpearle y, con la ayuda de otros jóvenes, le introdujo a la fuerza en el vehículo.

Cuando la familia de Onur –un electricista y fontanero de 16 años de la provincia occidental de Denizli– denunció su desaparición, la Policía revisó las imágenes tomadas por las cámaras de seguridad, y pudo identificar a los responsables: un hombre de 46 años y su hijo de 18 (ambos identificados en la prensa turca con las iniciales A.T.), así como tres amigos de este. Por desgracia para Onur, ya era tarde: había sido llevado a un bosque solitario, torturado, apuñalado y, finalmente, como después se supo, enterrado vivo.

Así lo confesaron padre e hijo, según informa el diario “Hürriyet Daily News”. De acuerdo con el testimonio del cabeza de la familia, habían tratado de presionar a Sandal para que se casase con su hija, otra menor con la que el muchacho había mantenido relaciones sexuales. Ante su negativa, le apuñalaron 65 veces y, todavía malherido, le enterraron en el bosque. Mientras las paletadas de tierra caían sobre él, el muchacho se lamentaba: “Me estoy muriendo. Mi madre debería darme su bendición, la he hecho sufrir mucho”.

A.T. y su hijo han tratado, sin embargo, de exculpar a aquellos amigos de este que participaron en el secuestro, diciendo que no sabían nada del asesinato. “Es un asunto de honor, y me arrepiento. No queríamos que ocurriese así”, ha dicho el hombre.

La lacra de los crímenes de honor

Las indicaciones de los culpables han permitido recuperar el cadáver de Sandal en el bosque, cuya autopsia ha confirmado su relato. Los asesinos han sido enviados a prisión, mientras que los jóvenes que ayudaron a secuestrar a la víctima han sido puestos en libertad con cargos.

Cientos de personas son asesinadas al año en Turquía por razones de “honor”. Las principales víctimas de estos crímenes suelen ser mujeres cuyos parientes consideran que su “pureza” ha sido mancillada por algún episodio generalmente de corte sexual (a veces, algo tan simple como mantener una conversación con un joven diferente a su prometido, como sucede en ocasiones en las aldeas kurdas del este del país), y entre los miembros de la comunidad homosexual, a menudo repudiados por sus propias familias y por las instituciones.

A menudo, los crímenes de honor son decididos por consenso en el seno de la familia de la víctima, y para ejecutarlos se designa a un hermano o primo menor de edad, puesto que las penas son mucho más reducidas. Hasta la reforma del Código Penal a principios de la pasada década, los motivos de “honor” se consideraban un atenuante ante la justicia, y las penas de cárcel podían ser de apenas seis meses. Aunque esta disposición fue abolida durante el gobierno del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Recep Tayyip Erdogan, existe una importante corriente de opinión entre los conservadores turcos que considera que debería ser reinstaurada.