La Cámara de los Comunes, por 498 votos a favor y 114 en contra, en una votación histórica que siguió a dos días de debate, ha autorizado esta tarde a la primera ministra británica a activar el proceso de salida de la UE. Theresa May supera así el primer paso del escrutinio parlamentario al que le obligó el Tribunal Supremo. La votación abre una nueva crisis en la oposición laborista: 47 de sus 229 legisladores han votado en contra, desafiando a su líder, Jeremy Corbyn, y tres diputados han dimitido de su equipo de oposición. El debate ha escenificado el dilema al que se enfrentan unos legisladores que se disponen a llevar a cabo el mandato del referéndum que, en su mayoría, no comparten.

Los diputados se pronunciaban sobre un proyecto de ley, de redacción escueta, que pedía su autorización para que la primera ministra notifique a sus socios, en virtud del artículo 50 del Tratado de Lisboa, la voluntad de Reino Unido de abandonar la UE e iniciar formalmente la salida. Pero el Gobierno ha querido desde el principio plantear el debate en unos términos reduccionistas que el ministro del Brexit, David Davis, resumió al abrir el martes el debate en la Cámara de los Comunes: “Lo que estamos discutiendo es una pregunta muy simple: ¿Confiamos en la gente o no?”.

Buscaba así apelar al dilema al que se enfrentan muchos diputados: la mayoría se opone al Brexit, pero los ciudadanos a los que representan votaron en junio, por un 52% contra un 48%, a favor de salir de la UE. El dilema afecta a muchos diputados del Partido Conservador, en el que el asunto europeo siempre ha sido más divisorio, pero la inmensa mayoría ha seguido la disciplina de voto. Es en el opositor Partido Laborista donde la votación de hoy puede tener efectos más destructivos.

Corbyn había obligado a sus diputados a respetar el resultado del referéndum -en el que él mismo defendió la permanencia- y votar a favor del proyecto de ley. Amenazado de rebelión, impuso a sus legisladores el máximo nivel de disciplina de voto. Poco antes de la votación, dos diputadas presentaron su dimisión del equipo oposición de Corbyn, que se suman a otro que lo había hecho antes. “Es una decisión muy difícil para el laborismo”, explica Keir Starner, portavoz del Brexit en el partido. “Dos terceras partes de nuestros diputados representan zonas que votaron por el Brexit. Los que nos piden que vayamos con el 48% que votó por la permanencia, nos piden que abandonemos a nuestro electorado”.

La decisión del laborismo de no bloquear el Brexit, a pesar de los rebeldes, garantizaba la mayoría favorable en la votación de hoy. Un total de 47 de sus 229 diputados votaron en contra de la activación del artículo 50. A ellos hay que sumar los 54 legisladores del nacionalismo escocés, ocho de los nueve liberal demócratas y otros pocos de partidos minoritarios. En total, 114 diputados, casi una sexta parte de la Cámara. 

Entre ellos hay también un diputado tory: el veterano Ken Clarke, ex canciller de Exchequer con Thatcher y europeísta convencido, que pronunció ayer un emotivo discurso ante la Cámara recordando a un viejo colega, el diputado Enoch Powell, cuyas ideas ultranacionalistas quedaron para la historia en su infame discurso de los “ríos de sangre” en 1969. “Si estuviera aquí”, dijo Clarke, “incluso a él le asombraría ver cómo su partido se ha convertido en euroescéptico y antiinmigrante de esta extraña manera en 2016”.

Con casi un centenar de peticiones de palabra, el histórico debate de dos días en la Cámara de los Comunes hubo de prolongarse, en la jornada del martes, hasta la medianoche, antes de retomarse en la mañana de hoy. George Osborne, exministro de Economía y hombre fuerte del Gobierno de David Cameron relegado ahora al fondo de la bancada conservadora, dio voz al sentir de muchos diputados: habiendo defendido con pasión la permanencia, advirtió de que si el Parlamento votaba contra la activación del artículo 50 desataría una “profunda crisis constitucional” y “alienaría más a la gente que ya se siente alienada”. Pero criticó que el Gobierno de May, otrora compañera suya de Gabinete, haya decidido “no convertir en prioridad a la economía” sino el control de la inmigración.

A las siete de la tarde, hora de Londres, los diputados han desfilado por los llamados “pasillos de la división”, el del sí y el del no, que rodean la cámara y sirven para registrar el voto. Theresa May supera la primera fase del proceso de escrutinio parlamentario al que le obligó el Tribunal Supremo con su fallo histórico hace una semana. Los planes de la primera ministra pasaban por mantener al Parlamento, potencialmente peligroso por su inclinación hacia la permanencia, alejado del proceso del Brexit. Pero ya antes de que el Supremo confirmara la sentencia dictada en primera instancia, May quiso acallar las iras y anunció, al presentar el 17 de enero su plan para una salida limpia y dura de la UE, que sometería a votación en las dos cámaras el acuerdo de ruptura con la UE que se alcance al final del periodo de dos años de negociación que abre el artículo 50. Pero dejó también claro que el Brexit saldrá adelante, aun en el caso de que las dos cámaras voten en contra del acuerdo alcanzado. “Que no haya acue
rdo es mejor que un mal acuerdo”, advirtió May.

Mañana el Gobierno presentará en la Cámara el documento que recoge su postura negociadora, a lo que se comprometió la primera ministra presionado por diputados de uno y otro signo. La semana que viene se debatirán las enmiendas que presenten los diputados y el proyecto de ley pasará a la Cámara de los Lores. La primera ministra confía en tener aprobada la legislación a tiempo para cumplir su promesa de activar el artículo 50 antes del final de marzo.