Cerca de 20 mil personas han salido a la calle en Viena para denunciar lo que consideran es un giro hacia posturas ultranacionalistas y de extrema derecha de la coalición de Gobierno formado por el Partido Popular (ÖVP) y el euroescéptico y xenófobo Partido Liberal (FPÖ).
Los manifestantes, convocados por la plataforma por una política de asilo humanitaria y dos grupos de izquierda, acusa a los dos partidos del Gobierno de tener tendencias ultraderechistas, especialmente debido a su restrictiva política de asilo y al recorte de derechos para los inmigrantes.
"No dejéis gobernar a los nazis", es uno de los mensajes que más exhiben los manifestantes que toman parte en la protesta, unos 20 mil según la Policía una cifra que los convocantes eleva a 80 mil, según la agencia APA.
Unos mil 300 policías custodiaron la marcha de los manifestantes en dirección a la céntrica Heldenplatz, en el Hofburg, el antiguo Palacio Imperial, y que transcurre de forma muy ruidosa pero sin incidentes.
De esa forma se rompió la gran coalición con los socialdemócratas que había gobernado los últimos diez años.
Giro ultraderechista
Los dos partidos del Gobierno han acordado reducir los subsidios a los solicitantes de asilo, se oponen al reparto de refugiados aprobado por la Unión Europe entre los socios comunitarios y pretenden adaptar las ayudas familiares que reciben los trabajadores extranjeros a los niveles de vida de sus países de origen.
El FPÖ, que controla Ministerios importantes como Exteriores, Interior y Defensa, ha colocado en puestos de alta responsabilidad a miembros de varias 'Burschenschaften', cofradías estudiantiles de ideología pangermanista y, algunas, vinculadas a círculos neonazis.
La última polémica la ha provocado el ministro del Interior, Herbert Kickl, por anunciar planes de mantener "concentrados" en un lugar a los solicitantes de asilo.
Aunque el ministro negó haber querido provocar con el uso de ese término, el recuerdo de los "campos de concentración" de la época nazi provocó una oleada de protestas.
El propio presidente, el progresista Alexander van der Bellen, emitió un comunicado advirtiendo que no hay sitio en el discurso político para expresiones que "pueden entenderse como alusiones a la época más oscura" del país.