A lo largo de dos semanas y varias reuniones de análisis y discusión, un grupo de miembros de Acción Nacional que nos reconocemos simple y sencillamente como panistas, esto es, que no permitimos que nos encasillen en grupo alguno y queremos estar más allá de la disputa de facciones, produjimos un documento que entregamos formalmente a los órganos del Partido para ser incorporado al proceso de reflexión que se inició formalmente ayer con la sesión de Consejo Nacional.
En el grupo participan seis ex gobernadores: Fernando Canales Clariond, Alejandro González Alcocer, Francisco Garrido Patrón, Juan Carlos Romero Hicks, Ernesto Ruffo Appel y Carlos Medina Plascencia. Destacados legisladores y panistas de viejo y nuevo cuño: Carlos Arce Macías, Carlos Castillo López, Agustín Castilla Marroquín, Héctor Chávez Barrón, Santiago Creel Miranda, Augusta Díaz de Rivera, Ricardo García Cervantes, Rocío García Gaytán, Juan Antonio García Villa, Juan Pablo Gómez Morín, Adriana González Carrillo, Víctor Hermosillo Celada, Humberto Treviño Landois, Gustavo Parra, Carlos Pérez Cuevas, Marcela Torres Peimbert, Héctor Larios Córdova, Rodolfo Bermejo Rodríguez, Roberto Ramos Molina, Abel Vicencio Álvarez, Esteban Zamora y quien esto escribe.
Porque estoy convencido del interés público que puede suscitar nuestro análisis, me permito compartir con los lectores este diagnóstico, además de que me fue conferida la encomienda de elaborar sus principales trazos y sintetizar las diversas conclusiones de una rica como esperanzadora discusión de ideas que colocaron el bien de México como nuestro interés supremo. Obviamente planteo un resumen de un documento mucho más amplio.
Hemos llamado la atención sobre el próximo 15 de septiembre, en el que Acción Nacional cumplirá 73 años de su fundación. Obra que en infatigable animación e inteligente convocatoria contó con la generosidad de Don Manuel Gómez Morín.
Por su experiencia, inteligencia, conducta ética y la coherencia de su trayectoria Gómez Morín pudo fundar al PAN. Precisamente por ello “fue el primero en defender del peligro de la dependencia personal” al partido que organizó para la tarea esencial que marcó su destino: la rehabilitación moral de la política, la democratización de la vida pública, el establecimiento del bien común, como el conjunto de condiciones materiales y espirituales que permiten a la persona desarrollarse en la comunidad.
Esa definición nutrió el origen del PAN; sin embargo, en el momento actual es muy desalentador darnos cuenta que poco queda de aquel aliento. Vivimos un alejamiento de aquellos principios. En medio de la más dura derrota que hayamos enfrentado en nuestra historia, no podemos conmemorar como lo pronunciara el fundador "con regocijo sereno, y sin sombras”. Hoy estamos ante la inmensa sombra y la vergüenza que representa el regreso del PRI a la Presidencia de la República.
Es cierto que México es otro y que a lo largo de estas siete décadas de presencia de Acción Nacional en la vida pública de México, se han operado cambios profundos en la democratización de la sociedad y la estructuración del poder: a través de sus gobiernos municipales y estatales, el PAN ha impulsado la reforma de la función pública y ha generado incontables bienes públicos en lo material y espiritual para el beneficio de todos los ciudadanos.
Y particularmente a lo largo de los 12 años del PAN en la Presidencia de la República, México ha experimentado transformaciones relevantes en diversos órdenes: la democracia mexicana se ha confirmado como la vía que los mexicanos han elegido para organizar su coexistencia y para competir por los cargos y las responsabilidades del poder público. Hemos logrado un contexto de amplias libertades; una sociedad civil alerta y activa; una economía nacional estable y con finanzas públicas sanas; programas sociales de cobertura universal garantizada; el reconocimiento internacional a toda esta construcción histórica confirma que estas son, condiciones fundamentales que faltaron en otras épocas, y que nos eran necesarias para poder erigir nuestra actual convivencia democrática, que, sin embargo, es preciso ensanchar y defender.
A pesar de ello, Acción Nacional enfrenta hoy un duro revés electoral que nos ha colocado como tercera fuerza política en el país. La pérdida de confianza del electorado en nosotros nos obliga a un profundo proceso de reflexión y de rectificación, sereno pero franco; en unidad pero sin sometimientos; sin prisa pero sin pausa.
Este proceso debe ser conducido por los órganos del Partido y en amplia consulta con la militancia que genere un diagnóstico y una hoja de ruta de las acciones necesarias para rectificar desviaciones, relanzar propuestas programáticas y reorganizar la vida institucional del partido. Es el momento de discutir y decir las cosas como son, la actual circunstancia no admite autocomplacencias, ni simulaciones. Como ciudadanos y hombres de bien no debemos claudicar en el ejercicio de buscar la verdad, no debemos renunciar al deber político de insistir en la reconstrucción del partido. Estamos en el momento más crítico de la vida del PAN en el que si no hacemos lo debido, podemos caer en la irrelevancia electoral.
La derrota electoral del 1 de julio pasado es producto de un largo proceso de deterioro institucional, consentido por una dinámica de inmediatez electoral que ha colocado la búsqueda del poder alejándonos de nuestra visión de largo plazo para el logro de nuestros objetivos superiores. En el desenlace concurre la responsabilidad del partido y de nuestros gobiernos, y como reflejo de ello, una estrategia ineficaz de campaña.
Ese proceso de deterioro tiene en el centro un fenómeno de pragmatismo rampante en el partido, que rompió con la ética, y no en pocas ocasiones ha interrumpido el estilo y la tradición democrática que dejaron plasmada los fundadores, en el ejemplo de su insobornable conducta política personal y en la meridiana visión con que expresaron propósitos y programas.
Contrario a nuestras más puras esencias han aparecido en el partido algunas prácticas que corresponden a las tradicionales de la manufactura priísta, dinámicas corporativas, procesos clientelares, y una disputa de intereses grupales que han dejado de tener en cuenta al Partido y a la comunidad en sus fines esenciales. En varias ocasiones nuestros procesos eleccionarios han dejado de ser referente de vida democrática y por el contrario se han documentado en ellos prácticas fraudulentas. Ha aparecido una militancia emergente desprovista de motivos y afinidades ideológicas, sólo con el propósito de engordar asambleas y convenciones en calidad de meros electores de coyuntura. Y frente a conductas cuestionables y actos comprobables de corrupción de algunos de sus miembros, el Partido flexibilizó sus resortes morales dando pie a una impunidad, que reprodujo y aumentó desviaciones.
Actualmente el orden estatutario se aplica con mayor rigor en relación con asuntos de opinión de miembros del Partido, que frente a conductas de corrupción. Los grupos dominan la vida del PAN y de ello son fiel reflejo la composición de sus principales órganos directivos, lo que a su vez ha generado que aquellos que fueron los espacios más importantes de consejo, orientación y vigilancia, hayan perdido prácticamente su característica de deliberación.
El partido ha consentido además una indebida intromisión del gobierno en la definición de acciones y órganos estatutarios que sólo a aquel le competen. Surgió, insospechada entre nosotros, una cultura presidencialista que llegó a colocar por encima de la lealtad al partido el apoyo al Presidente de la República o a los gobernadores en turno, y condenó el diferendo como traición.