El Papa condenó hoy el despojo y contaminación a las tierras de los pueblos indígenas perpetrados por personas “mareadas por el poder, el dinero y las leyes del mercado”, instó a hacer un examen de conciencia y aprender a decir “¡Perdón!”.
“El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita”, clamó ante miles de indígenas de México y Centroamérica, quienes abarrotaron los campos del Centro Deportivo Municipal de esta ciudad.
Durante su sermón, el líder católico defendió las riquezas culturales de los pueblos originarios y reconoció el anhelo de esas comunidades a vivir en libertad, en una tierra donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean la moneda corriente.
“Sin embargo, muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones”, constató.
“Los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan que no se pierda la sabiduría de sus ancianos. El mundo de hoy, preso del pragmatismo, necesita reaprender el valor de la gratuidad”, añadió.
Mientras el pontífice hablaba abajo, en la explanada, destacaron los trajes multicolores y una infinidad de atuendos étnicos originarios de todas las regiones de México. Unas 100 mil personas participaron de la celebración.
El empezó su discurso con la frase en tzotzil “Li smantal Kajvaltike toj lek”, que significa “la ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma”. Partiendo de allí hizo una reflexión sobre el anhelo a la tierra inscrito en el corazón de los hombres y de los pueblos.
Todos, corroboró, desean una tierra donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz. Un anhelo que es compartido por Dios, apuntó.
Lamentó que de muchas formas y maneras se ha querido silenciar y callar ese anhelo, intentando anestesiar el alma, se ha pretendido aletargar y adormecer la vida de los niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son sueños imposibles.
Afirmó que también la creación ha levantado “su voz” contra estas injusticias y contra el daño provocado por el uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios puso en ella.
“Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”, advirtió.
“Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto”, insistió.
Estableció que los indígenas tienen mucho que enseñar en este campo, porque sus pueblos saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como “fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano”.