Entre las enormes avenidas de Nueva York, a lo lejos, se percibe un ruido, uno que deja perplejos a quienes lo escuchan, los mexicanos –principalmente los poblanos–, quedan asombrados, se trata del tradicional silbido del carrito de camotes.
Maravillados, se dejan guiar por el sonido, hasta que se topan de frente a un carrito color verde, con las ya reconocidas letras coloridas que anuncian la procedencia de este postre, “Camotes Puebla”, negocio que es iniciativa de Hernán Arellano, en compañía de su hermano Néstor Arellano.
El olor, el sonido y el sabor, remonta a quienes lo prueban desde el extranjero, al calor de sus hogares, a la compañía de familiares y amigos, al degustarlo, no pueden evitar dejar caer una lágrima de nostalgia al recordar la vida que dejaron en México, cuenta Hernán durante una entrevista a Intolerancia Diario.
“Cuando la gente mira el carrito, mucha gente se pone a llorar porque dicen que ya pasó mucho tiempo y no han ido a México, al ver un carrito de camotes aquí pues les recuerda todo”, explicó.
Oriundo de San Martín Texmelucan, Hernán narró que desde pequeño su padre le enseñó a preparar los camotes, para posteriormente venderlos en el Estado de México. Recordó, incluso, cómo entre él y su hermano Néstor jalaban el carrito pese a que no alcanzaban a verse por la estatura. Años después este oficio daría pie a generar un negocio que trascendió fronteras.
El poblano cuenta que arribó a Estados Unidos desde los 18 años, donde comenzó a trabajar en restaurantes lavando platos, posteriormente, atendiendo a los clientes, hasta que hace dos años decidió poner todo su empeño en generar un negocio propio, optó por la venta de camotes.
“Se me vino la idea de trabajar el carrito. También mi papá me decía ‘llévate el carrito, trabájalo allá’ (…) acá (en Nueva York) hay mucha comida mexicana, elotes, tacos, de todo, entonces ya habiendo todo esto, se me vino la idea ‘aquí sí pegarían los camotes’”.
A 14 años de distancia, Hernán Arellano dijo extrañar todo de Puebla, desde la comida, antojitos, tradiciones, paisajes, calles y sobre todo, compañía de familiares y amigos, sin embargo, también reconoce que gracias a su esfuerzo en poco tiempo pasó de tener un carrito a tres, los cuales son operados por él, su hermano y un vecino de México.
“Mi papá ahora ve la página (en Facebook) y a toda mi familia de allá le da gusto, nadie se imaginaba que un carrito de camotes anduviera aquí en Estados Unidos”, dijo.
Además de mexicanos, quienes se ven invadidos por la nostalgia de recordar México, personas oriundas de Estados Unidos, China, Colombia, Brasil, República Dominicana y diversos países de Europa, han degustado de estos camotes.
“Les llama la atención (el carrito) porque al ver los camotes y plátanos, les explicamos cómo están cocinados, lo prueban y quedan encantados”.
Pese al crecimiento económico que ha representado trabajar tres carritos en distintos puntos de Nueva York, Hernán reconoció que la llegada de la emergencia sanitaria por Coronavirus les afectó, pues se vieron en la necesidad de dejar de laborar: “Dejamos de trabajar y empezamos en julio nuevamente”.
Es de jueves a domingo que estos carritos verdes salen a las calles para vender los exquisitos camotes, visitando Queens, Staten Island, Passaic NJ, Bronx y Brooklyn: “Me muevo para todos lados”.
Hernán, explicó que parte fundamental para darse a conocer han sido las redes sociales, pues principalmente en Facebook, que anuncian los puntos donde se ubicarán, así como el día y el horario en que estarán para que la gente acuda a comprar.
“Ahorita, ya todo se maneja en redes. Toda la gente ya se basa en redes sociales, nosotros lo publicamos, la gente sabe y ya llegan al lugar donde estamos. En México es diferente, uno anda en las calles y con el silbido se sabe que va el camotero, acá es muy diferente, no se puede estar empujando el carro”.
Hernán recordó cuando era pequeño y vivía en México, se veía “obligado” a aprender cómo elaborar los camotes: “Uno quiere otras cosas, menos estar vendiendo”, pero dijo que al crecer las cosas cambiaron pues “ya me da gusto, me dan más ganas de echarle para adelante. Antes me obligaban, ahora lo hago porque ya me gusta”.
“Me siento orgulloso, el salir a echarle más ganas para salir adelante”, apuntó Hernán quien contó que espera que dentro de poco el negocio pueda seguir creciendo y a la par, emplear a más mexicanos que emigran a Estados Unidos en busca de empleo.
Entre nostalgia y recuerdos, Hernán no sólo se ha enfrentado a la dura realidad de vivir en un país extranjero, sino aprender un ritmo de vida complejo y diferente, como el norteamericano.
Ha demostrado la capacidad de adaptación que un migrante poblano puede alcanzar en “La Gran Manzana” y cómo producir o comercializar artículos que son tradicionales en el estado.
Sin duda se trata de un caso de éxito como miles en territorio estadounidense, pero que destaca por el profundo deseo de compartir y salir adelante en familia, en plena pandemia y con el espíritu poblano en el nombre.