Al filo de las 9:30 horas aparece en un salón casi vacío del hotel Marriot el dirigente del PAN, Juan Carlos Mondragón Quintana, su tez clara adquiere un tono evanescente; lo siguen Gerardo Maldonado, líder municipal y el delegado del CEN panista, Germán Tena.
Hay más micrófonos y grabadoras que panistas en el amplio salón. Algunos flashazos. Pero el salón es un páramo. Un grupo de jóvenes gritones de Acción Juvenil acompañan a la cúpula panista estatal.
La escenografía blanquiazul es casi mortuoria.
Juan Carlos Mondragón Quintana simplemente lee un breve mensaje.
En el ambiente resuena una frase de mea culpa: “dejaremos atrás nuestras pugnas internas”, y una promesa que luce a añoranza: “iniciamos en este momento la construcción del triunfo del 2013”.
El clima es glacial.
Mondragón Quintana trata de apelar a la autocrítica y a la moralidad democrática de un panismo que se confió en que el bono democrático de 2010 era perenne. “Estamos concientes del mensaje que los poblanos nos dieron en las urnas”.
No dan la cara los candidatos del PAN.
Ni el del Senado, Javier Lozano Alarcón, entrón y polemista; ni los candidatos blanquiazules a las diputaciones por la capital, cuyos
espectaculares inundaron la ciudad, acompañan a Mondragón Quintana.
Las almas, esas a las que el panismo convocaba en sus mítines de la campaña, abandonaron al panismo en la ciudad de Puebla. A Juan Carlos Mondragón se le nota desencajado. El dirigente estatal del blanquiazul lee un mensaje. Su voz es monótona, cercana al olvido.