Desde su perspectiva, si el país tuviera la posibilidad de disminuir su desigualdad, que es la segunda más grave del mundo, y con ello bajar los niveles de impunidad, avanzaría más rápido hacia la consolidación del desarrollo, por lo que aseguró que “la universidad trabaja desde su ámbito en formar los agentes de cambio que se requieren para transformar la nación”.
Ante eso, Hernández Avendaño aseguró que para las instituciones de educación superior de carácter particular no es fácil asumirse como agentes de cambio, porque permanentemente enfrentan condicionantes económicos y financieros, pero dijo que en la medida en que se enfrente esa realidad y la complejidad que conlleva se podrán formar estructuras sólidas.
Ser agente de cambio, aseguró el académico de la Ibero Puebla, representa formar hombres y mujeres capaces para los demás, es por eso que apuntó que las universidades jesuitas de la actualidad deben concebirse en sí mismas como una verdadera posibilidad de cambio, con lo que hacen desde adentro.
En el caso del estado de Puebla, afirmó el politólogo de la UIA, el hecho de que las universidades decidan acompañar las luchas sociales de los agentes rurales y de los agentes urbano-periféricos, habla de su vocación para hacer valer de manera tajante los derechos humanos.
Esa es la visión que promueve la Ibero Puebla, aseguró Hernández Avendaño, pero además se concibe como un espacio abierto para los actores de las diferentes corrientes ideológicas desde personajes como el presidente nacional del Partido Acción Nacional —Gustavo Madero Muñoz— hasta el “subcomandante Marcos”, “la Ibero Puebla promueve el cambio social en la medida en que sus espacios están abiertos para todo aquel que tenga algo que decir”.
En la relatoría, la directora del departamento de Ciencias Sociales de la UIA de la ciudad de México, Helena Varela Guinot, dijo que todas las estructuras sociales tienen dos formas de enfrentar la realidad: la primera como sujetos, y la segunda como objetos, es decir, desde ser entes participativos y generadores de cambio o convertirse en simples espectadores de la realidad social.
Por eso, afirmó, toca a las universidades enseñar a cuestionar las ideologías dominantes y promover entre sus estudiantes a ser sujetos de poder y no quedarse como objetos para el poder.
Conclusión de las relatorías
Toda universidad es una fuerza social y desde ahí se debe promover el cuidado de los derechos humanos, “cualquier universidad puede saber más que nosotros sobre cualquier cosa en el mundo, pero no debe haber una universidad que sepa más, conozca mejor y resuelva mejor los problemas de este país”.