En la política, reina de las subjetividades, cuánto es mucho tiempo y cuánto es poco. Ese par de preguntas se la hacen los trabajadores del suntuoso Grand Fiesta Americana al recordar los casi tres meses que transcurrieron de la última vez que Xóchitl Gálvez visitó su hotel.

Quieren recordar cómo el 7 de mayo la todavía hoy senadora acompañó con una etiqueta de rol secundario, junto con Patricia Mercado y Damián Zepeda, a su Nadia Navarro en el foro “Avances legislativos y retos en el Senado”.

Y, entre cejas levantadas e incredulidad, recuerdan cómo la mujer actualmente más mediática de todo el país cerró aquella intervención con un “no sólo tengo capacidad de denunciar sino de gobernar la Ciudad de México y se lo voy a demostrar a López Obrador en 2024”.

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El ruido, que es relativamente proporcional a la expectativa que impera en el salón, llega a los decibeles más altos cuando irrumpe en el escenario.

"¡Xóchitl!, ¡Xóchitl!", se escucha mientras que, ataviada con su clásico atuendo, se acerca a saludar y tomarse fotos. Primero, con señoras provenientes de municipios del interior del estado y, posteriormente, lo propio con los empresarios, políticos e invitados especiales.

Entre la multitud de la sociedad civil, destaca una señora de la tercera edad que, abriéndose paso entre la marea, ha conseguido que Xóchitl la salude. Su nieta, de unos escasos 10 años, no es capaz de entender por qué su abuela olvidó sus canas y grita con toda sus fuerzas "¡Presidenta!, ¡Presidenta!".

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Cuando la efervescencia se asienta brevemente, la senadora Nadia Navarro, en calidad de anfitriona, comienza a orquestar el evento.

En sus profundos ojos se nota que las palabras le salen del corazón al pedir un aplauso para "quien hoy es la esperanza de México" porque "a mí me ha tocado verte pelear y verte con los ojos llenos de lágrimas peleando guerras fuertes". 

"Me ha tocado ver a la madre. A la que presume a sus hijos, a la esposa y a la amiga desmadrosa que nos hace reír en las comidas".

Y, buscando quitarse la autoría de la exitosa convocatoria, le cede el micrófono con un beso y abrazo aclarando que "convocaste tú, no yo. Tú eres la protagonista. Te abrazo con el corazón como todos los que estamos acá. Hoy la gente se llevará una clara idea de quién eres."

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Dicen que se torea como se es, pero también se torea como se está.

Y la Xóchitl que camina por el templete ya es la candidata presidencial de la oposición y parece estar para Palacio Nacional.

Porque no se entiende de otra forma el fenómeno de la hidalguense, quien tiene a más de 300 personas olvidadas de su teléfono y con solamente ojos y garganta para ella y su discurso. 

A una primera dama como Liliana Ortiz asintiendo a cada palabra.

A un Mario Riestra, dejando de lado sus criticados protagonismos, aplaudiendo a mansalva.

A una Lupita Leal negada a dejar de grabar cuando su brazo no daba para más.

Y, a la misma señora de la tercera edad, resistiendo con pies de plomo el natural cansancio de la edad para gritar "¡Presidenta!, ¡Presidenta!".

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Con la precisión de la ingeniera que es de profesión, Xóchitl explica cómo pasó de querer ser Jefa de Gobierno de la Ciudad de México a Presidente de México.

"En el momento en el que el presidente no me abrió la puerta de Palacio, los mexicanos me abrieron su corazón. Recibí el mensaje más poderoso. Esa puerta se abre de dentro hacia afuera. Vamos a abrirla. Basta de odio, de fifís, de ricos y de pobres".

Posteriormente, explica las seis cosas que, para su visión presidencial, México necesita: 1, Estado de Derecho; 2, energía limpia; 3, mejorar gestión del agua; 4, capital humano; 5, infraestructura; 6, seguridad.

"Estas eran las cosas que le iba a decir al presidente en Palacio Nacional porque México merece más".

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Sin rodeos, Xóchitl aprovecha el micrófono para mandarle un mensaje rotundo a López Obrador: "está ante la mujer más valiente y esta mujer no se dobla".

Aunque también es clara con sus potenciales Xochilovers al asegurar que se aproximan tiempos difíciles porque "no van a querer soltar el poder". 

Mientras les pide que "el proyecto se tiene que construir entre todos" al reconocer que "sola no voy a poder", el salón explota.

La señora de la tercera edad agita una pancarta al mismo tiempo que grita, junto con su nieta, "¡no estás sola!".

Hoy Xóchitl ya sabe que en Puebla no lo está.