Respirar el miedo y escuchar casi a diario el ruido estruendoso de las balas que siempre van en busca de un cuerpo humano, parece la narración de una película.
En eso se ha convertido México.
Somos una auténtica película de terror en la que somos obligados a formar parte. Algunos como actores y otros con mejor suerte, como simples espectadores.
Lo sucedido en Torreón, en pleno partido de futbol debe ponernos en alerta lo que viviremos en todo el territorio nacional, si nadie hace nada con esta guerra absurda en la que personas inocentes han perdido la vida.
Coahuila, estado de donde soy, donde vive mi familia, mi madre, mis hermanos, vive secuestrado por la violencia, igual que gran parte de las entidades del norte del país.
Hace un par de meses relaté en este espacio, una de las más terribles experiencias al compartir asiento en un autobús con uno de los malos.
Narcomantas, asesinatos sin aclarar, supermercados asaltados a mano armada, carreteras inseguras, autoridades incrédulas ante una inminente realidad, pueden ser sólo el inicio de un secuestro irreversible.
Los rostros llenos de pánico por el sonido de las balas en el estadio Corona son una muestra de lo que allá, en mi tierra, se vive.
No permitamos que Puebla se convierta en una historia similar a la de de Coahuila, Chihuahua, Tamaulipas, Guerrero, recientemente Veracruz.
Hace días en un noticiero nacional se dio a conocer que el estado de Puebla tiene las carreteras más peligrosas del país, de acuerdo a cifras oficiales.
Las autoridades se mantienen en posturas absurdas insultando la inteligencia de los ciudadanos.
Los gobiernos deberían entender que esto no es un asunto de partidos políticos, la sangre derramada casi nunca tiene color. Esto es consecuencia de décadas de descuido, corrupción, avaricia y falta de amor hacia un país al que pertenecemos todos.
Y no me cabe la menor duda de que lo mejor esta por venir.