Seguramente en la mayoría de las familias exista un hermano, primo, sobrino o pariente que desearíamos haber guardado en el sótano o en algún lugar del cual no pudiera salir. Que si lo he pensado.
Esto mismo debe pasarle al presidente municipal de Monterrey, Fernando Larrázabal, quien en estos momentos se encuentra en el ojo del huracán dentro de la política nacional, porque su querido hermano mayor, Jonás, fue captado por cámaras recibiendo unos billetes en un casino que hacen pensar su posible participación en temas de extorsión disfrazada de quesos.
Y aunque es el escándalo político del momento, la realidad es que la aparición de hermanos incómodos ha sido una constante en nuestro país.
En la época de José López Portillo, se registra por lo menos, públicamente, el primer caso de la aparición del hermano incómodo con Guillermo, quien según me cuentan (los que saben), este personaje quiso controlar el Comité Deportivo Olímpico, lo cual le acarreó al presidente conflictos graves con Mario Vázquez Raña de la Organización Editorial Mexicana.
Para colmo, su hermana Margarita López Portillo intentó en su momento obtener a como diera lugar el control absoluto de Imevisión, que hoy en día conocemos como Televisión Azteca, provocando un verdadero escándalo para el entonces mandatario.
O quién no recuerda al hermano incomodo de Carlos Salinas de Gortari, Raúl, quien fue acusado por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu y de lavado de dinero.
Pero para qué hablar de personajes casi ajenos a nosotros si aquí en Puebla tenemos y muchos.
Empecemos por Melquiades Morales Flores, quien ha tenido que cargar con el hermano incomodo, Jesús, quien no sólo ha sido funcionario público, sino actualmente se desempeña como diputado local y de quienes dicen los que conocen “la íntima intimidad” de los Morales, que el padre de ambos, poco antes de morir, le dijo al exgobernador “¿no habrá una gubernatura para Chuchito?”
O qué me dice de los hermanos incómodos de Mario Marín, que ni a cual entregarle la corona, pues entre Julieta, René, Enrique y Roberto, todos han sacado taja de la posición del expresidente municipal y exmandatario poblano.
Nuestra primera presidenta municipal, Blanca Alcalá, no quiso quedarse atrás e involucró a su hermano desde afuera en la obra pública durante su trienio, siendo éste quien hizo y deshizo en el ramo convirtiéndose (cuentan) en millonario. Pues cómo no, si ahí está el negocio.
Y bueno para no dejar, ahí tiene usted a la cuñada incómoda Denisse Ortíz, actual diputada local por el distrito dos, que no sólo tiene una áspera relación con Eduardo Rivera, esposo de su hermana, sino que Liliana, la presidenta del DIF municipal, no le queda más que tragar camote por los arranques de su hermanita menor.
Pero no hay que espantarse, en todos lados pasa y pasa bien. Ya ve usted en mi estado natal Coahuila, donde por cierto el nepotismo sólo es una palabra que existe en el diccionario y no en la Constitución, pues desde que tengo uso de razón, la participación de los familiares del gobernante en turno en el servicio público o político es prácticamente una costumbre.
Y para no ir en contra de los usos y costumbres, Humberto Moreira dejó como sucesor a su hermano Rubén. Por su parte, Álvaro Moreira fungía como secretario de Desarrollo Social del ayuntamiento de Saltillo y Carlos prefirió la carrera magisterial y se convirtió en el líder del SNTE. Pero esto no era un tema de varones, por lo que sus hermanas Elisa y Monserrat, ocuparon cargos de segundo nivel dentro de la administración estatal. Y qué chingaos, como decimos allá.
¡Viva la familia!
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