De la noche del jueves a la tarde de ayer he escuchado un sinfín de calificativos para describir la acción de Rafael Moreno Valle en contra de Eduardo Rivera.
Pero más allá de si fue grosero, prepotente o egocéntrico, existe un dato que deben conocer los poblanos para entender el tamaño de la afrenta.
Resulta que a diferencia de otros estados, en Puebla el palacio de gobierno que se encuentra frente al zócalo es en donde despacha de manera oficial el presidente municipal.
Es decir, que en el resto de la República mexicana, los gobernadores realizan la ceremonia del Grito en su propia casa, y los alcaldes de la capital de esos estados asisten en carácter de invitados.
Solo en Puebla el gobernador debe dar el Grito en un palacio ajeno, lo cual convierte al alcalde en turno en el anfitrión del gobernador.
Sin entrar a temas de civilidad política, sino de simple educación, los gobernadores tradicionalmente se acompañan del presidente anfitrión al momento de cumplir con las frases independentistas. Lamentablemente, ni las formas ni la civilidad política, y mucho menos la educación prevalecieron en el primer grito morenovallista.
Y aunque para algunos sea un simple asunto para el anecdotario, la realidad es que es un fiel retrato de quien hoy gobierna Puebla.
Lo del jueves lo vimos todos, pero de estas acciones sobran en el día a día del gobernador.
Secretarios ofendidos, alcaldes humillados, funcionarios bajados del helicóptero, empleados despedidos y un largo etcétera dibujan a un personaje que empieza a ser más temido que respetado.
Quienes lo rodean saben a qué me refiero.

¿Y los diputados?
Ayer lunes, 39 de los 41 legisladores locales dieron un ejemplo de desobediencia e incultura con respecto a la protección civil.
Los diputados y personal que trabaja en el Congreso local fue convocado para participar en el simulacro de un sismo de 7.9 grados en la escala Richter. Sólo acudieron al llamado personal de limpieza y los legisladores Miriam Galindo Petriz, del Partido Acción Nacional y Blas Jorge Garcilazo del PRD.
Los presidentes de las comisiones relacionadas con la protección civil brillaron por su ausencia. Entre ellos Héctor Alonso Granados, presidente de la Comisión de Seguridad Pública y Protección Civil; Juan Carlos Espina von Roerich, de la Comisión de Gobernación y Enrique Doger, de la Comisión de Salud.
No cabe duda que los diputados solo asisten a las sesiones para avalar los designios de Poder Ejecutivo como auténticos levantadedos, pero sin velar por los intereses de sus representados.
En fin, ya vienen las elecciones y algunos de los faltistas quieren otro cargo.