La fuga de reos del penal de Cholula sucedida el domingo pasado, genera infinidad de sospechas, confirma negligencia y deja muchas preguntas en el aire.
Al parecer, el secretario Ardelio Vargas está empeñado en lavarse las manos tratando de culpar a la administración marinista, pese a que lleva diez meses en el poder.
Suponiendo que el gobierno anterior haya sido el más corrupto de la historia y que los penales estuvieran en las peores condiciones de operación, se entendería que durante el arranque del nuevo sexenio iniciara una limpia total de esos centros penitenciarios, para corregir de inmediato todas esas anomalías.
Sin embargo, a diez meses de gobierno no se puede seguir culpando a las anteriores administraciones, sin asumir sus responsabilidades.
En la rueda de prensa ofrecida por el titular de Seguridad Pública, Ardelio Vargas, éste reconoció que hasta la fecha no se han podido evaluar a los responsables de los penales debido a que primero lo están haciendo con los miembros de su secretaría.
¡Bonito pretexto!
Ahora resulta que hasta que terminen con sus evaluaciones en la Secretaría de Seguridad Pública, podrán empezar con la limpia en los penales.
Lamentablemente, el secretario no sabe hacer cuentas, ya que según sus propias palabras, actualmente están evaluando a 30 policías por día, es decir, 900 de manera mensual, lo cual implica que llevan 9 mil en diez meses.
Pues salvo que estén evaluando a los policías de los estados vecinos, no entiendo porqué no han podido terminar con estas pruebas de confianza.
Además, no se puede justificar la nula revisión de los penales, con el pretexto de estar muy ocupados evaluando policías.
¿De qué diablos sirve examinar policías, si los criminales más peligrosos se escapan de la cárcel como Pedro por su casa?
En esta lógica, valdría la pena que Ardelio Vargas nos diga de una vez cuántos años necesita para tener penales seguros. Porque a ese paso, se le va a terminar el sexenio.
Y dicen que lo mejor está por venir.

Con la vara que midieron, son medidos
Dicen que el que las hace, no las consiente. Y eso le sucede ahora a varios de los rebeldes priistas que hoy se tiran al piso por las imposiciones de su partido, olvidándose que en algún momento ellos fueron beneficiarios de las prácticas tricolores.
Un claro ejemplo lo tenemos en Alejandro Armenta, quien entre otros cargos fue presidente del Comité Directivo Estatal del PRI.
Quién mejor que Armenta para entender las formas en las que su partido ha hecho y deshecho con muchos de los aspirantes a las candidaturas, a quienes sometieron con el viejo cuento de la unidad y la disciplina partidista.
¿A cuántos suspirantes habrá sometido Alejandro Armenta para dar prioridad al elegido por el entonces gobernador?
Es evidente que fueron docenas los que en su momento se vieron obligados a desistir en su intento de alcanzar algún cargo de elección popular.
Sin ir lejos, el PRI perdió la gubernatura por las innumerables imposiciones que se dieron en el pasado proceso electoral.
Y no se trata de satanizar al exlíder priista, sino de recordar que la imposición de la que hoy se dicen víctimas, es la misma de la que hoy tanto se quejan.
La única diferencia, es que ahora quien manda en el PRI decide desde la capital del país, y se llama Enrique Peña Nieto.
Reuniones como la de ayer con la dirigencia nacional del PRI son similares a las que en su momento convocó Armenta, de la misma forma que lo hicieron todos los líderes priistas que lo antecedieron.
Ningún priista puede olvidar su esencia, y mucho menos los que formaron parte de la dirigencia tricolor.
Conociendo las reglas no escritas de ese partido, nadie puede declararse robado.