Primero: Honor a quién honor merece. Ahora que los defensores de los animales, que sus apasionados protectores tanto hablan de ello, justo es rendir honor y pleitesía a aquellos ejemplares de la especie vacuna, ganado bravo de lidia, y caballar; caballos de rejoneo que bien lo merecen.
Citamos primero a “Nazarí”, ¡un pedazo de torero! Caballo de raza lusitana, de capa de pelo castaño, dos-albo, tiene 7 años de edad, sale a la plaza con su crin enjaezada con listones, cintas de color rojo y blanco que se entretejen en sus crines.
Y decimos y afirmamos que es este un caballo muy torero, porque de verdad siente, disfruta el toreo como el que más de los coletas en activo y las que las plazas de toros del mundo han pisado.
El otro ser vivo que merece unas líneas fue el toro “Dulcificado” de nombre, número 171 de las dehesas de Julio Delgado, noble a más no poder, que no manso, dócil y pastueño pues “Nazarí” toreó a este “Dulcificado” con las cuatro patas andándole a dos pistas, es decir, llevando el paso de dos, a dos patas, pero de modo lateral y así lo llevó, la primera vez dándole la vuelta completa al anillo del ruedo y la segunda casi completando la vuelta, con el toro llevándolo muy templado.
De Joselito Adame debemos decir que cuanta falta le hacía el corte de una peluda en la Gran Plaza; el merece más, sabe bien cóo cortar al menos otro par, lo bueno —ara él y para la afición— es que ya mostró el gran bagaje que trae.
De seguro en su próxima tarde ahí, abrirá la puerta del encierro, ya tiene las llaves en la mano. De José Luis Angelino, también tenemos que decirlo: resultó desesperante verle tan indeciso.
Está mal que al momento importante frente al toro, ¡le gana no poder decidir cómo hacer las cosas que bien sabe hacer! Lo normal es decir, que ya habrá otra oportunidad, pero como estuvo difícilmente será esta temporada.
Otra curiosidad que no quiero dejar de mencionar es que ahora con los fenómenos Facebook y Twitter se lleva uno la sorpresa de que al estar mirando la corrida por TV surgen unos 25 comentaristas espontáneos, lo menos esos conté en mi BB, todos ellos haciendo lujo de una desbordante afición, con verdadera vocación de cronista-locutor, hijos putativos de Paco Malgesto, quizá, frustrados muchos de ellos, que como espontáneos se lanzan al ruedo de la comunicación y le dan a la tecla de sus faces o sus twitts vertiendo sus opiniones, casi siempre o mejor dicho, invariablemente en contra de lo que narran o afirman los otros tres comentaristas, los que están al aire en la transmisión.
Y mire usted que arremeten duro contra ellos, duro y a la cabeza. La mayoría de los comentarios contra lo que dicen los televisivos; se sostienen en hechos que ellos, los reclamantes dicen conocer, saber de primera mano, o hasta haber vivido aquello que reclaman y aclaran. Muchas veces hacen el reclamo, la corrección o el disentimiento conceptual, enojados, descontentos y de manera agresiva.
Lo que este junta-letras aprecia y valora en este fenómeno de descontento colectivo es la gran diferencia entre lo que unos dicen, lo que otros afirman o niegan y lo que está ocurriendo en el ruedo. Y, esto, ¡esto es lo maravilloso!
Lo verdaderamente humano de la fiesta. ¡Cada quien ve su fiesta! O todos ven la misma fiesta, pero cada quien a su manera. Cada quien ve y vive su propia corrida.
Por algo, acertadamente desde inicios del siglo pasado en su inmortal novela Sangre y Arena, don Vicente Blasco Ibáñez, a la multitud que llena los tendidos de una plaza le llamó “el monstruo de mil cabezas”. Cuánta razón tenía.
Pero este vivir una tarde en medio de una batalla campal de conceptos, defensa de conocimientos, desengañamientos y argüir de verdades defendidas a ultranza, nos brinda otra opción más sana, al menos, a los que tenemos home theather en casa: sintonizar la corrida y poner en el double surrounding un buen CD de música taurina; los hay de la Banda Sinfónica de la municipalidad de Madrid, de la Filarmónica de Londres, los arreglos sinfónicos de Luis Cobos, o la muy nuestra de la Plaza México bajo la batuta del maestro Genaro Núñez, poner el sonido de la TV en mute.
Y, por supuesto, ¡apagar el Blackberry!
¡Los Face-Twitter-Tauro-comentaristas!
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