Al magistrado Alfredo Mendoza García ya no lo calienta ni el sol, pues había apostado por estar ahora al frente del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) pero, ¡ah, qué contradicción!, la Revolución no le hizo justicia, pese a todo el esfuerzo que ha hecho por controlar dicho poder.
De entrada ya le quitaron el negocio de la papelería. Recordemos que desde los tiempos de Pacheco Pulido, Mendoza tenía a cargo papelería y copias. Y todos sabemos que un abogado que no cobra las copias, pues de plano no es abogado, es como un trancho sin “mordida” o un reportero sin “chayo”. Para ser exactos, es como un diputado sin comisión (que va aparte de la dieta mensual).
Es sexo sin amor. Es un taco de carnitas sin grasa. Es una canción ranchera sin tequila.
Pero no nos distraigamos del tema, el actual presidente del TSJ tendrá que salir y Mendoza siempre estuvo detrás de David López Muñoz. También se sabe que Mendoza, con tal de quedar bien con el gobernador en turno hizo todo, todo, todo lo posible para acelerar el proceso en contra de Ricardo Henaine.
Por eso sentía que ya era suya. Que la tenía en la palma de la mano. Que es cosa nomás de ponerse de acuerdo. Y a sus más allegados ya les había comentado la posibilidad de, ahora sí y de una vez por todas, presidir el Poder Judicial del estado.
¡Ah!, pero la vida es una comedia que a veces más bien parece una mala telenovela de TV Azteca, y es que recientemente a don Alfredo Mendoza le ocurrió algo que lo deprimió, cuentan quienes lo vieron.
Mendoza tuvo la oportunidad de ver a Rafael Moreno Valle, pues pensaba estar en el ánimo del mandatario por todo el trabajo que ha realizado.
El magistrado se acercó al góber solícito.
Con una gran sonrisa y una pequeña genuflexión saludó a Moreno Valle.
Le dijo que todos los temas estaban listos. El gobernador no dijo nada. De hecho, no hizo ni una mueca, no mostró ninguna emoción al respecto.
Mendoza entonces soltó el anzuelo: “Oiga, señor gobernador, del tema de la Presidencia… en febrero hay renovación de la Presidencia yo quisiera…”
El gobernador miró a los ojos directamente a Mendoza y lo interrumpió: “Mire, señor magistrado, le quiero decir que todas las inquietudes, dudas o comentarios que quiera hacerme las haga directamente con Juan Pablo Piña, él es el encargado”.
Mendoza se quedó con la boca abierta y vio al gobernador seguir su camino.
El magistrado se puso pálido y cambió su rictus. De su actitud servicial pasó a un hombre encorvado que miraba al suelo. Sólo le faltó llevarse las manos a los bolsillos y patear una lata, para cerrar el cuadro de tristeza.
Por cierto, quien sí de plano ya es conocido como “la muñeca fea” en el Poder Judicial es Ricardo Velázquez Cruz, pues dicen que se la pasa escondido tras los rincones. Y es que ni los nuevos magistrados ni los de la vieja guardia le hacen caso. Recuerdan cómo actuaba en el sexenio pasado, que fue acusado de quitarles una parte de su salario a sus trabajadores e incluso acosar a varias de sus empleadas, pues ya no es una sombra de todo aquello que hizo en los tiempos de Marín.
Se ve que ya no tiene quién lo proteja. Y la orden con Velázquez es: si descubren que algo hace mal, no duden en sacarlo del TSJ. Su trabajo, para ser exactos, es revisado con lupa.