La golpiza que recibió el exdiputado local Pericles Olivares por parte de un militante enojado porque no fue electo candidato en la convención priista simplemente no tiene nombre.
El comportamiento irracional de un personaje, quien además se hizo acompañar cobardemente de otros diez, no convierte al resto de los priistas en seres despreciables, sin embargo obliga a quienes manejan a dicho instituto político a tomar cartas en el asunto y expulsar sin mayores explicaciones a quienes formaron parte del agravio físico al exsecretario del Trabajo.
De acuerdo a la versión de la propia víctima, el agresor Jesús Hernández Amador evidentemente molesto por no ser seleccionado como aspirante a la diputación federal del distrito 15 se acercó y en lugar de responder a la extensión de mano que le hace el exlíder del Congreso local, respondió con un puñetazo en la cara. Los acompañantes del tipo se sumaron al agravio hasta dejar brutalmente golpeado y en el piso al exfuncionario marinista.
Cabe destacar que Pericles Olivares acudió al acto partidista en el municipio de Tehuacán a solicitud del líder estatal Fernando Morales, sólo en calidad de observador del proceso interno, motivo por el cual menos entiende por qué la violencia en su contra.
Era de esperarse que los resultados de las convenciones priistas realizadas ayer en los 15 de 16 distritos del estado no dejaría contentos a todos los militantes, pero llegar a estos actos de barbarie no sólo es vergonzoso y ofensivo, sino un aviso de lo que podría pasar en el proceso electoral con los verdaderos adversarios.
Tehuacán no fue el único distrito que registró conflictos, aunque evidentemente fue el más grave. En Izucar de Matamoros se suspendió la convención precisamente por inconformidad es irreconciliables entre los aspirantes quienes estuvieron a punto de golpearse y en Atlixco hasta el Ejército tuvo que intervenir para aguardar la seguridad de los presentes.
Imagine usted los escenarios políticos que se avecinan. Esto apenas empieza. Lo peor es que los ciudadanos somos quienes al final pagamos los platos rotos.
La furia priista
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