Tal y como ayer lo platicamos, el vacío ideológico del movimiento anti Peña Nieto, nacido en el Twitter a través del hashtag La #MarchaYoSoy132, está en camino de demostrar que el poder de las redes sociales requiere de posturas mucho más serias para trascender.
Las últimas encuestas preelectorales dejan en claro que las redes sociales están —cuando menos en México— muy lejos de influir en los resultados de una elección con un margen de maniobra tan alto como el que tiene el candidato priista por encima de sus dos principales oponentes.
No dejan de sorprenderme aquellos que creyeron que las marchas del pasado fin de semana marcarían un cambio radical en el destino de las elecciones presidenciales.
Para entender la verdadera dimensión de esta marcha, hay que partir de la base de lo que representan los 20 puntos porcentuales de diferencia que en promedio le otorgan las principales encuestadoras nacionales al abanderado priista.
Si consideramos que cada punto porcentual representa más de medio millón de votos y que a la marcha asistieron —en el mejor de los cálculos— 50 mil manifestantes, tenemos que esta cifra no representa absolutamente nada en términos electorales.
Si a lo anterior sumamos que seguramente muchos de los que asistieron a la marcha y de los que participaron activamente en las redes sociales no simpatizaban con Enrique Peña Nieto desde antes de lo sucedido en la Ibero, y que otros simpatizan abiertamente con otros partidos, podemos dimensionar el verdadero alcance de este movimiento juvenil.
¿Cuántos de los 50 mil manifestantes eran seguidores de Peña?
La respuesta a esta interrogante nos lleva a entender la razón que mantiene a Peña Nieto con los mismos 20 puntos de ventaja que tenía con anterioridad a la marcha.
No hay que darle muchas vueltas. El problema de la marcha es el vacío ideológico.
Si en la visita de Peña Nieto a la Ibero hubiera habido agresiones de parte del equipo de seguridad del candidato, con heridos y hasta muertos, seguramente el repudio social sería general, con la debacle natural del candidato priista.
Sobra decir que nada de eso sucedió. De ahí que la marcha universitaria no logre trascender más allá de las redes sociales, las cuales —según diversos estudios— revelan que estas representan menos de un 6 por ciento del universo electoral.
Si bien es cierto, las redes sociales son una extraordinaria herramienta de comunicación también hay que entender que para cambiar el rumbo de una elección, tendría que existir una diferencia entre candidatos menos a un 5 por ciento, además de tener un fundamento de peso que permitiera sustentar la rebelión twittera.
Para la mala fortuna de los detractores peñistas, lo sucedido en la Ibero y los argumentos de repudio que utilizan para atacar al candidato tricolor no les ayudan para cambiar las tendencias preelectorales, tal y como lo confirman las encuestas y sondeos del pasado fin de semana.
Si bien es cierto, no fueron 132, la realidad es que los 50 mil marchistas están muy lejos de ser el detonante de una revuelta que cambie el rumbo de la elección presidencial.
Y si no, al tiempo.