Faltan poco mas de 25 días para que concluya el proceso electoral y nadie, absolutamente nadie puede asegurar quién logrará el triunfo el próximo 1 de julio. El fervor político está a la orden del día y todo lo que los candidatos presidenciables digan o dejen de decir podrá ser utilizado en su contra.
Lo que pensamos que no sucedería durante estas campañas finalmente está pasando. El clima político alcanza ya sus más altos niveles y la “guerra sucia” empieza a manifestarse de alguna u otra manera. Es lógico que los mejores golpes bajos queden reservados para la fase final del proceso, sin embargo nada de lo que suceda a partir de hoy será de forma positiva para ninguno de los aspirantes a la Presidencia de la República.
El peor escenario hasta hoy definitivamente es el que vive la candidata del Partido Acción Nacional, que entre errores se derrumba estadísticamente y sus posibilidades de conservar la silla van en caída libre. Su visita a Puebla no solo puso en evidencia la sobreprotección a la que es sujeta —por parte del equipo de campaña— sino que ella misma se dejó ver débil, cansada y con el ánimo más abajo de la altura de su falda.
El indudable triunfador de los dos meses y semanas de campaña que han transcurrido es Andrés Manuel López Obrador, candidato de las izquierdas, quien no solo resucitó de entre las cenizas, sino que entró de forma real a una competencia que podría, dependiendo lo que sucede en las próximas semanas, otorgarle su gran sueño dorado: vivir en Palacio Nacional (por lo menos figuradamente hablando, pues no ha repetido aquellas temibles intenciones de convertir la sede del gobierno federal en su hogar).
Sin embargo, pese a estos impensables escenarios hace apenas unos meses, las elecciones se ganan o se pierden solo en un día y ese está por llegar. El 1 de julio, México sabrá por fin quién ocupará la silla presidencial durante 6 años y lo que vimos, leímos y escuchamos en los medios qué tan apegado estuvo de la realidad.