En un primer vistazo a los nombres de quienes buscarán las diputaciones locales por la alianza de partidos afines al gobernador, donde abundarán los miembros de su gabinete, seguramente se concluiría que el objetivo es mandar a los mejores perfiles para garantizar un triunfo rotundo el próximo 7 de julio.
Sin embargo, un análisis más profundo nos revela que la verdadera razón está sustentada en la escasez de personajes confiables que le garanticen lealtades al Señor de Los Cerros.
Veamos.
Si hacemos una encuesta, para determinar el potencial de voto de los colaboradores más cercanos al gobernador, y que hoy suspiran por una candidatura, nos daremos cuenta que son unos auténticos desconocidos.
Imagínense lo que resultaría de estas preguntas:
¿Conoce usted a Roberto Moya?
¿Sabe usted qué cargo ocupa Patricia Leal?
¿De qué secretaría es titular Ángel Trauwitz?
Evidentemente, ni un 10 por ciento contestaría de manera acertada.
No les quiero decir lo que sucedería si les pidiéramos reconocerlos en un grupo de fotografías, porque no los conocen ni en su casa.
En esa lógica, resulta incomprensible que vayan a ser candidatos estos funcionarios, quienes evidentemente tienen un nulo potencial electoral.
A pesar de lo anterior, la imposición de estos funcionarios empieza a cobrar sentido si consideramos que Moreno Valle está obligado a incrustar en el Congreso del estado a diputados dispuestos a cuidarle las espaldas al término de su mandato.
Es un secreto a voces que estos personajes solo participarán en la campaña, para que una vez electos —suponiendo que ganaran— regresen a sus cargos en el gabinete cediendo sus espacios a los suplentes en el Congreso, al cual llegarían al término del sexenio con el encargo de lavarle la cara al gobernador aprobando sus cuentas públicas.
Digamos que los poblanos seremos testigos de la versión morenovallista de las “Juanitas”.
De los otros secretarios
Mención aparte merecen los otros secretarios que suspiran por una curul, particularmente Fernando Manzanilla y Jorge Aguilar Chedraui, quienes cuentan con un posicionamiento que contrasta con sus citados compañeros.
Por su lado, Pablo Rodríguez —pese a su estigma perdedor— también es conocido en la Angelópolis gracias a su frustrada participación como candidato a la presidencia municipal.
El caso de Tony Gali es distinto, ya que él corre en otro carril, perfilado como el candidato morenovallista a la alcaldía poblana.
Pero el punto medular es que de los seis aspirantes a las diputaciones, cinco —menos Manzanilla— podrían retornar al gabinete, ya sea como vencedores o vencidos.
Sin duda, seríamos testigos de una burla más de nuestro Señor de Los Cerros.
Porque lo mejor… está por venir.
¿En quién confía el gobernador?
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