Fiel a la cita romana: “Al pueblo, pan y circo” (Panem et Circenses), atribuida al poeta romano Juvenal, el “benevolente” Señor de los Cerros ha encontrado la fórmula para mantener al grueso de los poblanos comiendo de su mano.
Relatan los historiadores de la antigua Roma, que en el último siglo antes de la era cristiana, el emperador Julio César regalaba a la plebe raciones de trigo (200 mil “beneficiarios”) y regalaba entradas de gayola para el circo, con el único fin de mantenerlos tranquilos y alejados de la política.
Tres siglos después, el emperador Aureliano mantuvo la costumbre aumentando el padrón de “beneficiarios” a 300 mil, a quienes se les entregaban dos panes de trigo diariamente, además de que recibían entradas para el circo, teatro y algunos otros espectáculos donde los plebeyos tenían reservadas tribunas alejadas de la clase gobernante.
De la misma forma que en el decadente imperio romano, dos milenios después, el gobernador Moreno Valle aplica la misma táctica, arrojando migajas de pan a los que él considera sus súbditos, sin privarlos del deleite que ofrecen los divertidos actos circenses.
Así las cosas. El gobierno morenovallista entrega el pan a través del llamado “crédito a la palabra”, entregando cheques por mil y dos mil pesos a las señoras, quienes estiran la mano sabiendo que son paliativos incapaces de resolver su precaria situación económica.
¿Y el circo?
Si los emperadores romanos derrochaban recursos para deleitarse con los sanguinarios coliseos, nuestro “virrey” no quiso quedarse atrás, por lo que destinó más de 600 millones de pesos para “regalarle” a su pueblo una ruedota de la fortuna, un andador elevado y un teleférico, con los cuales piensa ganar nuevamente las elecciones.
Por increíble que parezca, el Señor de los Cerros está más preocupado por convertir a Puebla en un centro de diversiones, en lugar de satisfacer las necesidades primarias de los poblanos.
No es posible que mientras Puebla es uno de los estados con mayor índice de pobreza de todo el país, se gaste una millonada para que los poblanos puedan dar unas vueltas en la rueda de la fortuna y de paso conocer Angelópolis y La Vista desde arriba.
¿Con qué cara puede pedir el DIF estatal a los poblanos que adopten un niño indígena, si derrochan millones en auténticas estupideces?
No se necesita otra cosa que sentido común para entender que el hecho de subirse 10 minutos a una rueda de la fortuna, o a un teleférico, no va a mejorar en nada las condiciones de pobreza de la gente.
Nadie en su sano juicio puede tragarse la historia de que Puebla ascenderá a la división de ciudades como París y Londres por tener una rueda de la fortuna similar a la de esas metrópolis.
Hay que decir que la mayoría de las ruedas gigantes colocadas en las grandes capitales del mundo son financiadas por capitales privados y no con dinero público, como en Puebla.
Así las cosas, hoy en la zona de Angelópolis podemos ver a cientos de trabajadores, quienes a marchas forzadas laboran para poder echar a andar la ruedota de la fortuna antes de la elección.
De esta forma, como en los tiempos del decadente imperio romano, a Puebla y al pueblo le darán pan y circo.
Por eso estamos como estamos.