Julián López “El Juli”, brindando, montando un muy jarifo bayo, a sus alternantes; el anfitrión, Morante de la Puebla, y Diego Ventura.
La semana pasada, con motivo de la festividad del Día de la Raza, 12 de octubre, fiesta nuestra, y Día de la Hispanidad para España, fuimos testigos de un hecho que es ya irrefutable: “El Torero nace, no se hace”. Fuimos a Cuyuaco, ubicado en lo que se llama Boca de Sierra, en el norte de Puebla, para la lidia de tres novillos de lo que tiene José Ángel López Lima, ahí cerca, en su finca de Santa Lucía, y que también lidia con el hierro de “Coyotepec”. Dos de ellos nos han gustado mucho y, como se dice ahora: ¡Sirvieron! Y un tercero, de muy bella lámina, berrendo en negro corrido y botinero, que ha sido el más grande, pero ha acusado el defecto de ser demasiado aquerenciado, dificultad que su lidiador no pudo superar. El otro, que hizo de tercero, fue de “Gomero”, y tenía la mejor presencia de los cuatro. Pero lo alarmante y que de verdad resulta preocupante es la actitud de quienes llevan o conducen a los novilleros principiantes; tres de ellos navegando a la deriva, sus nombres no tiene caso mencionarlos, se salva Karla de los Ángeles, quien ya tiene solvencia en cuanto a conocimientos y técnica, pero los otros tres, desesperantes. Mientras desde un burladero le gritaban: “Por el izquierdo y por abajo”, cuando se acercaba al otro burladero de aviso, desde ahí, le decían: “Dale por el derecho y por arriba”. Y es que cada toreandero tenía al menos tres llevanderos; desconcertante, repito, pues mientras uno le aconsejaba; “¡Vete de él, de lejos, dale distancia”. Y el otro le gritaba: “¡Cerca, más cerca. Acorta la distancia!” Y los pobres muchachos más desconcertados que siempre.
Pero la fatalidad vino cuando llegó la hora de entrar a matar, la llamada “hora de la verdad”. Pues el apoderado dictaba: “Échale la muleta al hocico, y fíjalo en la muleta, muévesela; la punta de la espada a lo alto”, y entonces el otro sabihondo, sabidor de nada y decidor de todo, ordenaba a gritos: “Esconde la muleta, que no la vea. Y el puño con la espada más bajo”. Y el atolondrado muchacho obediente, trataba de esconder la muleta que sostenía con la izquierda por debajo del sobaco derecho. ¡Qué desastre!
Mientras, misma fecha en la fiesta de su pueblo, Morante, el de la Puebla del Río, ha sido el principal organizador y promotor de un festival de abolengo y mucha alcurnia, al que ha invitado a torear a caballo a Julián López Escobar. Y él junto con Diego Ventura han partido plaza para torear a pie. “El Juli”, ha dado cátedra de monta a la alta escuela y de muy bien rejonear, cortando las dos orejas y el rabo de su toro; mientras, Diego Ventura ha andado, caminándole muy buen y lo justo a su toro, sorprendiendo a los tendidos que lucieron llenos para aplaudir a los invitados de Morante, quien también ha hechos de las suyas subiéndose, al caballo, poniendo banderillas, en fin dejando muy en claro lo que arriba afirmamos: “Los toreros nacen, no se hacen”. Y éstos no dejan lugar a dudas de que lo que hacen, lo hacen muy bien, simple y sencillamente, porque ya lo traen y muy dentro. Quiero imaginar algún despistado gritando desde el callejón y queriendo decir a estos monstruos lo que tienen que hacer.
Cátedra de buen montar y mejor rejonear ha dado “El Juli” en el festival de la Puebla del Río.