Fiel a su costumbre, el Señor de los Cerros está a dos días de tomar el control del Sindicato de Trabajadores al Servicio de los Poderes del Estado. La estrategia no es otra que la amenaza.
Nuestro personaje encontró en el actual secretario, Héctor Posadas Manzano, a su títere, quien opera para entregarle el botín con una planilla a modo.
Para muestra un botón, la tarde del jueves las amenazas de Posadas llegaron a la reunión de los trabajadores cesados. El líder de marras se quitó la máscara contra los opositores al grado de prohibirles dar ruedas de prensa, entrevistas o filtraciones de lo que sucede.
Con la nueva “ola” de despidos sacaron de la jugada a los opositores, quienes tienen a su favor la simpatía de los más de 4 mil trabajadores sindicalizados, quienes viven en un clima de “terrorismo” laboral y sin un sindicato que los proteja.
El Señor de los Cerros ya se frota las manos para cumplir un viejo anhelo, “limpiar” a la base trabajadora sindicalizada de priistas y, tal como lo hizo con los trabajadores de confianza, comenzará un tsunami de despidos.
Hoy habrá una sola planilla en la boleta y la orden que hay en cada oficina de gobierno es que acudan todos los trabajadores a sufragar por esa planilla.
A la vista se cierne una tormenta y se acentúa el terror laboral sobre los burócratas poblanos.
Pero recuerde, lo mejor está por venir.
Los ilusos alcaldes soñadores
Salvo contadas excepciones, los alcaldes electos, sin distingo de partidos, se han dedicado a disfrutar de un semestre vacacional en espera de lo que será un largo y suculento periodo de cuatro años ocho meses.
A diferencia de la dinámica de trabajo que ha impuesto el presidente municipal electo de Puebla capital, la gran mayoría de los alcaldes entrantes han olvidado su responsabilidad, organizando viajes, fiestas y comilonas, sin entender que estos seis meses de margen eran la gran oportunidad para planificar el futuro de sus municipios.
Por increíble que parezca, los futuros ediles están más preocupados en recibir proveedores y constructores, en lugar de preparar un banco de proyectos derivado de un buen plan de desarrollo.
La estrategia que prevalece entre los hombres y mujeres que gobernarán la mayoría de los 217 municipios es la de conocer las propuestas de los proveedores, a quienes obligarán a pagar hasta 20 por ciento por concepto de comisiones, sepultando la vieja costumbre de cobrar el religioso diezmo.
Lo que ignora la mayoría de los próximos alcaldes es que desde la casona de Los Fuertes está planeada una compleja estrategia para obligar a los municipios a ceder su presupuesto a la Secretaría de Infraestructura, la cual designará los contratos de obra, marginando a los presidentes municipales de la posibilidad de acordar con los constructores las famosas comisiones.
Si al inicio del sexenio morenovallista la monopolización de la obra a través de la poderosa dependencia fue evidente, después del contundente triunfo de la alianza Puebla Unida la obra pública tendrá un solo dueño, incluidos los presidente priistas.
El miedo generado por el autoritarismo morenovallista servirá para que los suculentos negocios gubernamentales sean parte del monopolio estatal.
Lamentablemente, el control absoluto de la obra pública provoca que la política social pase a segundo y tercer plano, provocando un enorme descuido de las necesidades de las clases marginadas.
Como en cualquier monopolio, los más afectados son los que menos tienen. No es casualidad que las obras emblemáticas del gobierno estatal sean una rueda de la fortuna, tres parques públicos en la zona de Angelópolis, dos puentes inservibles y un Centro Integral de Servicios instalado en la zona más rica de Puebla.
Así las cosas, los ilusos presidentes municipales verán cómo se esfuman sus sueños de opio, mientras el mandamás engorda el cochinito rumbo a 2018.