Con toros descastados, que fueron “sorteados en el sorteo”, Carlos Yarza pendixit; más que inciertos se han encontrado Juan José Padilla, Alfredo Gutiérrez al que, además, con su falta de sitio por el torear poco, escuchando pitos después de pinchazos, intentos fallidos para matar al que hizo segundo. 
El tercero no sólo salió haciendo extraños, también echando las manitas por delante, debiendo haber sido los pitones, la cornamenta la que fuera por delante abriendo las embestidas. 
Fabián Barba, en la muleta se encontró con un toro de embestidas cortas llevando la testa a media altura y a base del valor que le caracteriza logró callar los chungos gritos de “Toro”. 
Y echándole habilidad lo mata de buena estocada para una oreja. José Mauricio, ante un negro albardado en castaño, bragado, con el capote mostró su facilidad para el toreo de arte que al capitalino le luce mucho, lo pasa con un puyazo leve, para un bello quite por ceñidas gaoneras que remata con elegante —como todo lo que él hace— caleserina. 
Inicia la faena con toreo por alto a pies juntos; molinetes, un trincherazo acompañan una labor muleteril que remata con estocada trasera, la petición de oreja crece y el usía la concede después de escuchar la indicación que vía el walkie-talkie de su asesor recibe desde el callejón.
El quinto es pitado de salida pero el capote pinturero de Padilla logra callar la música de viento. Completa la brega de percal con tafalleras y remate rodillas en tierra. 
Coloca los palitroques con verdad y haciendo uso de sus muchas facultades, el tercero es un par al violín con mucha exposición que hace sonar la diana en las alturas. Lo ocurrido al inicio de faena, por respeto al matador, es inenarrable. Insiste en torear de rodillas en el centro del ruedo.
El toro es bravo y en verdadera exhibición de valor y vergüenza torera, sangrando del golpeado rostro, realiza una faena muy impactante, pero a base de excesivo movimiento de pies. 
El público conocedor, protesta con pitos y gritos de “Toro, toro”, pues sin duda el de La Soledad merecía un toreo más artístico, clásico, fino y ortodoxo. Pincha al primer intento. Se dividen las opiniones.
El subalterno hispano Manuel Rodríguez —sin duda le queda grande el nombre— en una gran falta de respeto a la plaza, pide una segunda oreja que, por supuesto, no es concedida. 
Lo mejor es que Padilla regrese cuanto antes a España, pues parece que le está afectando mucho la influencia en estas tierras de “El Gleason” y “El Pana”. 
Alguien, acertadamente, comenta en la Red: ¿Dónde quedó la seriedad de la gran plaza? El llamado “Ciclón de Jerez” pasa a la enfermería para cuatro puntos de sutura en el labio inferior y dos más en el mentón.
Alfredo Gutiérrez se enfrenta a un deslucido sexto, que no trae ni un pase, es pasacararriba y vuelvecontrario, y termina en medio de gran silencio. Fabián Barba, en el séptimo, que le resulta cómo en el beis: fatídico, perdiendo de las manos capote y muleta, el veterano subalterno Rubén Ávila, le pone descarada y burlona mente dos palos en vez de dos pares, beisboleramente en “pisa y corre”. 
Y José Mauricio, con el cierra plaza, se enfrenta a otro deslucido que en vez de embestir pega bruscos arreones.
Pinchazo. El aburrimiento de cuatro horas de corrida se rompe con bronca en tendido de sol. Josema le da caza al toro y lo mata de una desprendida. Aviso, seis pinchazos y a otra cosa para esperar la corrida que cierra temporada.
 
Juan José Padilla
 
José Mauricio