1. Cuenta el publicista Gabriel Sánchez Andraca que en la época del general Antonio Nava Castillo, mismo que fue corrido vergonzosamente del estado por su mal gobierno, una autoridad de un pueblo fue acusado de cortar unos árboles añejos del zócalo. El director general de gobierno, llamado Ciriaco Tista Montiel, le mandó traer y entre mentadas de madre y amenazas de encarcelamiento le exigió su renuncia. El alcalde negose a ello argumentando que se encontraba en su cargo por una elección del pueblo, y no era empleado de nadie.
2. Accidentalmente, ante esta negativa, Nava Castillo lo atendió personalmente y le recomendó que no cortara árboles sin el consentimiento de los pobladores, toda vez que la naturaleza nos los da como generosa que es para que los gocemos racionalmente.
3. La comparación es ociosa: un empleado con afán de ser recompensado generosamente por su patrón se excede en sus facultades, incluso agrediendo a la voluntad popular. El patrón que domina la administración tiene que recomponer lo que sus subordinados hacen mal.
4. En otros casos, recurriendo al pasado no tan remoto, bastaba que un gobernador demostrara los gatos que tiene en la panza contra algún ciudadano, para que éste fuese golpeado, humillado, agredida su familia, o bien asesinado por supuestos malos arreglos con delincuentes o personas de mala fama.
5. En los países supuestamente civilizados como el nuestro y bajo la teoría del Estado, los gobiernos son los únicos que ejercen el acto represivo contra sus poblaciones, incluso electoras. Este monopolio de la violencia institucional alcanza límites, ahí donde sus constituciones generales lo señalan.
6. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, también conocida como: ley fundamental o Carta Magna, está dividida bajo la clasificación ortodoxa en dos partes: una, dogmática, y la otra llamada orgánica.
7. La dogmática encierra todas y cada una de las libertades, que en occidente ha ganado la humanidad en asonadas, revueltas, revoluciones y guerras civiles, pagando como factura para obtenerlas millones de vidas de seres humanos combatientes y no combatientes. La Constitución mexicana nos costó un millón de vidas entre los años 1910 y 1917. Ella encierra lo que ahora la moda académica copiada de otros países invoca como derechos humanos: libre deambular sin cortapisas por ninguna parte de nuestra patria, libre expresión de ideas, incluyendo las que están en contra del gobierno que sea, libre asociación entre vecinos o ciudadanos; libre ejercicio de cualquier actividad productiva, cultural o social; en suma la parte Orgánica consolida todas nuestras libertades.
8. Cuando el ejecutivo del estado encomendó la creación de la ahora conocida “ley Bala”, seguramente los creadores con doctorados o sin ellos, dominan el derecho civil, pero ignoran totalmente que existen diseñadores de sociedades como Hans Schmith, o los ingleses autores de El Federalista. Lecturas que deberían enriquecer con un microesfuerzo leyendo La Teoría del Estado de Don José López Portillo, o bien los textos constitucionalistas de los señores de la poblanidad: Guillermo Pacheco Pulido y Carlos Manuel Meza Viveros. Con esta cultura jurídica los abogados no constitucionalistas aprenderían a respetar los derechos humanos contenidos en la organicidad constitucional.
9.- Denigrante para la sociedad entera de nuestra matria que sus jóvenes legisladores, entre ellos en número notable los diputados priistas, aprueben como empleados la ignorancia ajena. Con ellos difícil será recomponer tricolormente el 2015, el 2016, y el 2018. 
 
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Caminar en una zona peatonal artificial del centro histórico, aunque sea por ratos, es sumamente agradable. Visite el centro.