La prueba "piloto" que pretende modificar el sentido de la circulación de las avenidas 25 y 31 Poniente-Oriente, como ha planteado el ayuntamiento capitalino, guarda más complejidades de las que se observan a simple vista.
A juzgar por el planteamiento, no se trata del resultado de un análisis técnico de movilidad urbana. La ausencia de ese instrumento podría dar como resultado no solo la molestia para usuarios de dos de las rúas más importantes de la vida capitalina del estado, sino de otros sectores organizados.
El caso de los concesionarios de transporte público debe mencionarse aparte. Un sector constituido en grupo de presión como el de los concesionarios será extremadamente dificultoso, porque atenta contra el espíritu de la propia concesión que define un derrotero específico.
Trazar una nueva ruta al sistema de transporte en esas dos avenidas implica afectaciones de intereses económicos que se cuentan por cientos de miles de pesos a la semana. 
Las utilidades para los propietarios de las unidades que cubren las rutas será ingrediente adicional a la ya de por sí difícil relación con el poder público. 
El nuevo trazo tendría que ser validado por la Secretaría de Comunicaciones, que suficientes frentes ha abierto con otros grupos de presión como el de los mototaxistas, por ejemplo.
Habrá que esperar la postura del titular de esa dependencia, Bernardo Huerta, sobre este particular tema. Las posiciones de los prestadores del servicio de transporte público llevarán necesariamente a la radicalización y estridencia en un periodo particularmente convulso, como es el periodo electoral de 2015.
Sobre todo por que detrás de las empresas que ofrecen el servicio como la Tres Estrellas, Xilotzingo, Ruta 10 y 29, entre otras, hay perfiles que resultarán huesos duros de roer. Más que persuadir habrá que someter, pero no será fácil. 
La definición misma de "prueba piloto" no es sino la admisión misma de un ejercicio de experimentación que no puede ser admisible en una administración pública por la que la sociedad votó para la mejoría de los servicios públicos en una ciudad que carece de calidad.
Los habitantes de la capital han padecido con resignación las afectaciones por la febril actividad en el terreno de la obra pública. Castigarlos con una prueba de experimentación para la que no se tiene un resultado cierto no hará sino abonar al descontento social latente hoy en día.
Y a menos que la lógica reinante desde hace meses en Puebla prevalezca, y que implica desestimar la opinión de amplios segmentos de la sociedad respecto de lo que sucede en la zona metropolitana, su hábitat y microcosmos, el resultado estará a la vista. 
No es difícil vaticinar otro periodo convulso en un año en el que el recato no es pecado, sino al contrario, dosis eficaz para evitar males mayores. Molestia, frustración y enojo son estados anímicos que resultan malos consejeros a la hora del sufragio.
El juego está echado. Las variables a la vista y los actores en el escenario. Esperemos el resultado de toda esta combinación explosiva.