1. Ocioso es mencionar que he recibido, vía mi correo, diferentes quejas pidiendo aclaraciones sobre los artículos de los senadores de Puebla y de lo acontecido. Los reclamantes afirman que no manejo el lenguaje con precisión, sino que uso la ambigüedad para quedar bien con Dios y con el diablo.
1.1. En este caso concreto, el Dios se encuentra encarnado por la poblanidad sin voz, sin protección, sin lideres, sin organización alguna y, vistas las cosas, “sin futuro alguno ni personal ni mucho menos familiar”.
2. El diablo se encuentra representado por todos y cada uno de los estamentos gubernamentales: el federal, los estatales y los municipales, que, en lugar de servir a los grupos sociales, se dedican a urdir artimañas mil, acompañadas de actos administrativos inoperantes y lesionadores de diversos intereses grupales.
3. Los senadores de la república, que supuestamente representan los intereses provinciales poblanos ante el Gobierno Federal, se pronunciaron hace días, según informan algunos medios, sobre la legitimidad de la construcción de diversas obras públicas por el gobierno estatal, en cuanto a su costo económico y social.
4. Con precisión, afirmo que debieron haber realizado sus comentarios en esta ciudad capital, ante los diversos organismos ciudadanos que previa convocatoria hubiesen sido invitados, solicitando a la vez ideas concretas para mejorar el clima de animadversión existente y creciente en estas galias poblanas.  
5. Sobre Tehuacán pesa la espada de Damocles, de la defenestración de la señora alcaldesa, acompañada de su cuerpo electo como ayuntamiento, por carecer —afirman los dolientes— de esa productiva zona de:  
a) El Plan Municipal de Desarrollo, donde específicamente se señalen el cuándo, el cuánto, el dónde y la necesidad de las inversiones en obra pública, toda vez que se especula en la capital del estado que Tehuacán recibirá centenas de millones de pesos en sus casi cinco años de ejercicio como gobierno local.
b) La ausencia total, hasta este momento, de medidas que enfaticen la ingeniería de organización social, indispensable para acelerar el crecimiento ciudadano, donde cada tehuacanero mayor de 18 años asuma sus responsabilidades con la sociedad y con su gobierno, toda vez que ahí, como en el resto del país, pagamos impuestos como país de quinta y exigimos a gritos que sean de primera.
c) Carencia de un curso mínimo de relaciones humanas, pues se quejan tirios y troyanos de que ahí no funciona la administración municipal, pues la titular practica desde el primer día el tratamiento infamante “de que no veo, no escucho y no recibo a nadie”.
d) La existencia de una inseguridad galopante que nació desde hace más de 30 años, agravada por la crisis económica, montada sobre una sociedad nacional degradada precisamente por la corrupción nacional existente en los 2 mil 500 ayuntamientos mexicanos.
Cuando estoy sugiriendo la necesidad de que la Cámara de Diputados local genere una comisión investigadora sobre la Cuenca de Tehuacán, no sólo del municipio, es para darle bocanadas de aire a un ayuntamiento asfixiado, que incluso puede ser rematado y enterrado por la comisión que audita cuentas públicas.
He destacado que el PRI, contra todas las predicciones electorales, contra todas las deslealtades cometidas por el CDE del PRI cuando el diputado local Pablo Fernández del Campo lo dirigió, contra todos los obstáculos urdidos por algunos priistas tehuacaneros, ganó las elecciones al señor gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, el cual ganó las del 2010, las de las juntas auxiliares del 2011, las del 2013, las de las juntas auxiliares del 2014, las federales de cuando hayan sido, y entre telones las de tres estados panistas hace poco. Por lo anterior, en caso de la desaparición del poder municipal actual, el Concejo Municipal debe ser integrado mayoritariamente por el priismo tehuacanero. Mayor precisión no puedo hacer.
 
Nuestra casa
Estén como estén las cosas, la gente joven que me rodea o la que conozco ve con sumo agrado la instalación de una “pista de hielo”. Tarde llega hacia mí, cuando ya no puedo romperme un hueso.