Corrían los años 2002-2005 cuando el ahora presidente municipal de Cholula, José Juan Espinosa, era presidente del Partido Convergencia (Movimiento Ciudadano). Tenía entonces enormes apremios para sacar los gastos de un instituto político que vivía el tiempo de vacas flacas.
Afanoso gestionaba recursos para sacar el pago de la renta de una casona en la colonia Gabriel Pastor, que entonces albergaba las oficinas de ese instituto, y para los honorarios de un operador eficaz que había sido incorporado del PRI: José Ángel Pérez García, hoy coordinador estatal del Movimiento Ciudadano.
Pasó el tiempo de penurias hasta nuestros días, en que José Juan encabeza una gestión pública exitosa, pero con saldos deficitarios en el terreno de la actividad partidista.
La negociación que el jefe real del Movimiento Ciudadano para llevar perfiles relativamente nuevos, frescos y ciudadanos ha dado al traste con la incorporación de otros personajes de la vida pública que poco puede ofrecer en términos de rendimiento electoral.
En el camino podrían quedar las propuestas de José Juan Espinosa: Alejandra Cárdenas Montero, por el distrito 6; el exconductor de Noticieros Televisa Puebla Luis Alberto Arriaga Lila, por el distrito 9; y Esteban Sánchez Pavón, por el 7.  
El orquestador principal del bloqueo tiene nombre y apellido: José Ángel Pérez García, secundado por la sombra de una chiapaneca que busca acuerdos con el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, se trata de la secretaria general de acuerdos del MC, María Elena Orantes.
El problema es que apenas el martes 14, el coordinador nacional del MC, Dante Alfonso Delgado Rannauro, había establecido las reglas del competencia interna sin golpes bajos, traiciones. El jalón de orejas cayó en el vacío.
 
En el sótano…
El pataleo del cachorro. Descubierta desde hace meses la afición a frecuentar a su amigo, el panista Rafael Moreno Valle, Fernando Morales Martínez terminó por finiquitar aspiración alguna de convertirse en el candidato a diputado federal, secundado por Humberto Vázquez Arroyo.
En noviembre de 2012 este colaboracionista del panista que echó al PRI de Casa Puebla dimitió al cargo en la dirigencia partidista estatal, cuando ya nadie le tomaba el teléfono por la dócil posición pública frente a los atropellos del nuevo grupo en el poder.
La carta que envió entonces al dirigente nacional priista Pedro Joaquín Coldwell se leía la razón por la que dejaba la oficina de la Diagonal Defensores de la República en la capital poblana, argüía su salida a partir de “la invitación para colaborar en el Gobierno Federal que encabezará el próximo presidente de México, Enrique Peña Nieto”.
Han pasado dos años y dos meses desde que anticipó su incorporación al gabinete federal sin que suceda. 
El registro como precandidato a diputado federal ayer es otra más de las acciones aspiracionales de este ejemplo de político acomodaticio que también busca ocupar una delegación federal en Baja California Sur, la tierra de los viñedos tan conocida por su alfil, Humberto Vázquez Arroyo.