Desde hace unos meses, a los sesudoasesores del Señor de los Cerros se les ocurrió que era una magnifica idea proyectar —en Moreno Valle— la imagen de un personaje de mano firme, dura e implacable.
Desde esa perspectiva, el discurso del gobernador poblano tomó como base de su gobierno la dureza, con el pretexto de que nadie en este estado podía manejarse fuera de la ley.
Para fortalecer su ambición presidencial, la apuesta de convertirse en el hombre que no permite ningún acto de sublevación contra el gobierno da la impresión de estar apegada al clamor popular, que exige que se detengan todas las movilizaciones sociales que tantos conflictos provocan a millones de mexicanos.
Esta propuesta, en medio de la debilidad mostrada por el Gobierno Federal, en torno a las marchas, movilizaciones, plantones, cierres de carreteras y secuestros de casetas, parece una magnífica opción de gobierno para todos los ciudadanos damnificados por los inconformes sociales.
De acuerdo con los consejeros morenovallistas, la postura implacable ante estos movimientos le va a dar a Moreno Valle la imagen del hombre duro que los mexicanos esperan.
Una especie de mesías, dotado de la fuerza para detener los movimientos sociales, que tantos dolores de cabeza provocan a millones de ciudadanos.
En esa lógica, todo lo anterior hace sentido.
Según los genios que asesoran a Moreno Valle, su intolerancia hacia cualquier muestra de inconformidad hace del Señor de los Cerros el mandatario que todo México espera.
Por increíble que parezca, en pleno siglo XXI, los asesores de imagen del suspirante presidencial piensan que Moreno Valle va a convencer a los mexicanos, que con tal de detener las inconformidades sociales, no importa violar los derechos humanos.
Si bien es cierto que los mexicanos estamos hartos de los abusos de los grupos de agitadores que ponen en jaque las ciudades y las carreteras de nuestro país, también es un hecho que por ningún motivo queremos regresar a los tiempos de Díaz Ordaz y Echeverría, en donde todas las manifestaciones terminaban metiendo a sus participantes en la cárcel.
Evidentemente, el miedo que hoy está apoderado de miles de poblanos, que prefieren guardar silencio antes de levantar la voz por todos los actos represivos ordenados desde Casa Puebla, puede terminarse en cualquier momento.
La postura obcecada de proteger a Facundo Rosas, pese a que la propia CNDH ha determinado la culpabilidad de este personaje en el homicidio del niño José Luis Tehuatlie, es una muestra de que los asesores morenovallistas viven en un grave error.
Si la estrategia es la de vender la idea de que Moreno Valle es un político de mano dura, también deben equilibrar con la sensibilidad de un hombre que castiga los excesos de su gente.
Esa sensibilidad puede marcar la diferencia entre un gobernante de mano dura con la de un tirano.
Me queda claro que nadie en este país quiere un presidente caricaturesco, pero tampoco queremos un mandatario dictatorial.
Si en lugar de convertirse en cómplice de sus funcionarios, Moreno Valle hubiese aplicado su famosa mano dura para castigar los errores de Facundo Rosas, Víctor Carrancá, Luis Maldonado y Juan Pablo Piña, hoy estaríamos hablando de un gobernante ejemplar.
Hoy hablaríamos de que el gobernador lo mismo aplica la ley en contra de los manifestantes que contra quienes abusan del poder.
Lamentablemente, tuvo que ser la Comisión Nacional de los Derechos Humanos la que pidiera la cabeza de Facundo Rosas, para así impartir un poco de justicia, después de los lamentables hechos de Chalchihuapan.
Qué decir del procurador Carrancá, al que parecen premiar con su fallida investigación del cohetón; al igual que de Luis Maldonado, a quien le consiguieron una diputación plurinominal por su absurda versión de las piedras de gran calibre; y peor aún la candidatura a Juan Pablo Piña, autor de la ridícula puesta en escena de las cabezas de marrano para justificar la historia del explosivo casero que reventó el cráneo del niño Tehuatlie.
Si en lugar de defender a estos sucios personajes, los asesores morenovallistas hubieran aconsejado aplicar el peso de la ley contra los autores intelectuales y materiales del homicidio, hoy todos le compraríamos la campaña del hombre duro e implacable que los mexicanos esperamos.
Para su mala fortuna, la defensa a ultranza de estos cuatro funcionarios tira por la borda la estrategia de imagen de los súper asesores morenovallistas.
Tan sencillo que era poner a los cuatro de patitas en la calle.
En el pecado llevarán la penitencia.
La mano dura como estrategia presidencial
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